• Asignatura: Castellano
  • Autor: jesusgabrielgibbs
  • hace 4 años

Cómo era la relación de Corcho con Carolina y con Kika en piedra de mar?

Respuestas

Respuesta dada por: santiago997006
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CRÓNICAS DEL OLVIDO

Piedra de mar, una novela sin fin

Alberto Hernándezlunes 6 de mayo de 2019

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“Piedra de mar”, de Francisco Massiani

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La calle Ibarra de Guacara terminaba casi en el cementerio. Era 1968 y yo estudiaba la división celular: mitosis, meiosis. Y bajo el árbol donde repasaba el tema, cuya sombra cubría parte de la calle, las páginas del libro de biología de cuarto año de bachillerato me sometían a un próximo examen.

No sabía, mozalbete yo, que por ahí andaban un tal Carecorcho, una tal Kika, una Carolina, un Marcos, un José. No me había enterado de un libro que era celebrado en Caracas mientras en la provincia industrial pero rural de Carabobo sólo éramos alumnos de un liceo de Valencia donde muchos nos graduamos en 1970. Y entonces, en la librería cercana a mi casa, ya envenenado por poemas, cuentos campesinos y relatos orales, vi el título en la vidriera: Piedra de mar, de un también tal Francisco Massiani.

Y así comenzó otra historia, otra vida para aquel mozalbete que meses después terminó extraviado en Salamanca y Madrid mientras esos personajes, los de la novela y su autor, crecían en lectores y amores.

Hubo de pasar mucho tiempo. Algunos años después de la bata blanca de aspirante de médico, deshilachada como mis ilusiones, para que accediera seriamente a esos personajes que mantenía guardados en un viejo escaparate de La Isabelica, en Valencia. Por alguna vía los rescaté y me hice ellos en la emoción del comienzo de la despedida de mi adolescencia.

La novela siempre estuvo detenida, congelada en mi ánimo. La repasaba, la veía, la tocaba. Estornudaba por su polvo vital.

Y después, la literatura como estudio, como naufragio para no morir en ninguna orilla. Y el Pedagógico. Y el aula de clases. Y mis estudios de medicina olvidados. Y Piedra de mar en mi maletín de profesor. Y la novela en la cumbre de tantas ediciones. Y mis alumnos emocionados desde la primera página. Y los viajes de ida y vuelta a la librería Suma en Sabana Grande a buscar más ejemplares, porque me convertí en una suerte de representante de quien luego supe le decían Pancho. Hasta que un día me tropecé con él y supo de mis encargos. Y él feliz. Y después nos olvidamos el uno del otro. Pero Piedra de mar siguió viajando por la Autopista Regional del Centro en bolsas y bolsos para regocijo de mis estudiantes.

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