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3
Un índice del nivel cultural de un país es la calidad de las conversaciones socialesque mantienen sus ciudadanos por puro pasatiempo. El tiempo pasa quieras queno y el pasatiempo es aquello que torna ese pasar inexorable en algo deleitoso. Laconversación de recreo, entre familiares y amigos, durante comidas y cenas, en laterraza de un bar sobre el asfalto o a la aireada orilla del mar, es, por el placer queproduce, la forma suprema de entretener nuestros ocios. ¿Todos los paísesconversan igual? Yo creo que no y me temo que, en perspectiva comparada, laconversación española, por regla general, no pica muy alto. Al menos entre loshombres, cuyos temas versan normalmente sobre deportes, política, negocios,trabajo y mujeres. En tanto que éstas, las mujeres, además de pedirsemutuamente consejo sobre cuestiones prácticas -consecuencia de soportar aúnhoy la mayor parte del peso de la casa y la organización familiar-, llevan conmucha más frecuencia esos temas de conversación amistosa hacia materiaspersonales, íntimas y confidenciales. Si, en una reunión de hombres, uno inicia unargumento, por liviano que sea, sobre estas peliagudas arenas movedizas, alpunto cae sobre él la tacha de "intenso", afectado o pedante. Posiblemente seaEspaña el país con el menor número de pedantes de todo el mundo, porque unapolicía de lucha antipedantería está aquí siempre vigilante para que nadie escapea las pautas de roma conversación masculina. En cambio, las mujeres seintercambian noticias reservadas, abren su corazón a la amiga, comparten susexperiencias vitales y critican, critican mucho. Para introducir su crítica, usan unafórmula ad cautelam: "Yo adoro absolutamente a X (nombre de una amiga oconocida), pero...", y a continuación censuran algo del modo de ser de la aludida ode su comportamiento reciente. Dirán que, echándomelas al principio de feminista,al final me ha traicionado mi machismo recalcitrante que perpetúa rolestradicionales entregando a las mujeres al feo vicio del comadreo. Eso sería ciertosi pensara que criticar es un ejercicio perverso, como de hecho parece creerlo lamayoría de la gente al mismo tiempo que lo practica con fruición. Pero yo tengograves razones filosóficas para esbozar una apología del arraigado hábito decriticar a nuestro prójimo. Por supuesto, no me refiero a la maledicencia, lacalumnia y la difamación, modos degenerados de la buena crítica; y, cierto,criticando a terceros nos arriesgamos a perjudicar famas y nombres
lorenaparra18:
hacer los mapas conceptuales de los tres microensayos anteriormente yo la adoro pero el odio del chisme abrochando a la dulzura de vivir y la vanidad literaria
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