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El poder en Mesopotamia
Por Antonio Amarillo / @Th_Hobbes
A la hora de abordar la temática del poder en Mesopotamia, su evolución y los hitos que afectaron a su proceso de configuración y caracterización hay que tener presente un elemento fundamental: Mesopotamia es una zona histórica que presenta una gran diversidad política, puesto que no se puede hablar de una unidad política que evoluciona en el tiempo con distintas fases y etapas, sino que se trata de distintas etapas en las que se va alternando el predominio y preeminencia de los distintos pueblos de la zona. Además, la organización estatal también irá evolucionando de la mano de los acontecimientos e hitos fundamentales de Mesopotamia. Por eso, y debido a la especificidad del tema y lo breve del artículo, resulta fundamental conocer y tener presenta el contexto histórico general de la civilización próximo-oriental de Mesopotamia.
Mesopotamia forma parte de la región conocida como Creciente Fértil, arco territorial conformado por la Mesopotamia Baja y Palestina, considerado un oasis frente a las desérticas tierras vecinas. Se trata de una zona de baja densidad pluviométrica, pero con una excesiva cantidad de agua fluvial no controlada, debido a los desbordamientos del Éufrates y el Tigris. Aquí fue donde surgieron las primeras comunidades urbanas. Cuando se controló el agua (sin cambiar las condiciones naturales) se creó un hábitat que garantizaba la supervivencia. En pocos siglos el ámbito de la Baja Mesopotamia pasó de ser una región inhóspita a ser una zona de atracción permanente para poblaciones cercanas. Alrededor del 6.000 a.C., las primeras comunidades, parcialmente agrícolas, terminaron por desarrollar una economía de base mixta (agrícola-ganadera). La primera cultura que evolucionó a la urbanización fueron los sumerios (Sumer), en el lejano sur, alrededor del 3.400 a.C. Cabe destacar que este proceso necesitaba mucha organización, concentrando este esfuerzo el único con autoridad en las primitivas comunidades, el único que tenía un contacto diferencial con los dioses (base del pensamiento mítico), el sacerdote-jefe, pues en la organización tribal primigenia, cada familia era autosuficiente, realizaba todas las actividades que posibilitaban su supervivencia, sin dedicarse en especial a una de ellas. Así pues, la especialización será otra consecuencia del desarrollo urbano y de la complejización y jerarquización de las relaciones sociales. Dicha especialización exigía un sistema redistributivo desde arriba hacia abajo. Estas culturas se caracterizan por ser sociedades de jefatura teocrática, donde el templo era la estructura más importante, no solo erigiéndose como lugar de culto, sino también como santuario, palacio, lugar de almacenaje para las mayores riquezas y centro distributivo. Aunque el modelo de “rey sacerdote”, que representa la primera forma de soberanía en un ámbito urbano, desapareció, dejó en herencia un modo de entender la realeza que marcó los milenios posteriores. En Mesopotamia, el rey es un individuo a quien la divinidad ha encargado velar por el bien de la comunidad, dotándole para ello de poderes extraordinarios (defensa, administración de justicia, control sobre el agua, etc.), lo que puede perder si desaparece la confianza de los dioses, que la depositarán en otro miembro de la comunidad. Con el paso de las generaciones, se producirá una laicización del poder en el que los sacerdotes (“en”) perderán influencia política frente al rey-guerrero (“lugal”).
Por Antonio Amarillo / @Th_Hobbes
A la hora de abordar la temática del poder en Mesopotamia, su evolución y los hitos que afectaron a su proceso de configuración y caracterización hay que tener presente un elemento fundamental: Mesopotamia es una zona histórica que presenta una gran diversidad política, puesto que no se puede hablar de una unidad política que evoluciona en el tiempo con distintas fases y etapas, sino que se trata de distintas etapas en las que se va alternando el predominio y preeminencia de los distintos pueblos de la zona. Además, la organización estatal también irá evolucionando de la mano de los acontecimientos e hitos fundamentales de Mesopotamia. Por eso, y debido a la especificidad del tema y lo breve del artículo, resulta fundamental conocer y tener presenta el contexto histórico general de la civilización próximo-oriental de Mesopotamia.
Mesopotamia forma parte de la región conocida como Creciente Fértil, arco territorial conformado por la Mesopotamia Baja y Palestina, considerado un oasis frente a las desérticas tierras vecinas. Se trata de una zona de baja densidad pluviométrica, pero con una excesiva cantidad de agua fluvial no controlada, debido a los desbordamientos del Éufrates y el Tigris. Aquí fue donde surgieron las primeras comunidades urbanas. Cuando se controló el agua (sin cambiar las condiciones naturales) se creó un hábitat que garantizaba la supervivencia. En pocos siglos el ámbito de la Baja Mesopotamia pasó de ser una región inhóspita a ser una zona de atracción permanente para poblaciones cercanas. Alrededor del 6.000 a.C., las primeras comunidades, parcialmente agrícolas, terminaron por desarrollar una economía de base mixta (agrícola-ganadera). La primera cultura que evolucionó a la urbanización fueron los sumerios (Sumer), en el lejano sur, alrededor del 3.400 a.C. Cabe destacar que este proceso necesitaba mucha organización, concentrando este esfuerzo el único con autoridad en las primitivas comunidades, el único que tenía un contacto diferencial con los dioses (base del pensamiento mítico), el sacerdote-jefe, pues en la organización tribal primigenia, cada familia era autosuficiente, realizaba todas las actividades que posibilitaban su supervivencia, sin dedicarse en especial a una de ellas. Así pues, la especialización será otra consecuencia del desarrollo urbano y de la complejización y jerarquización de las relaciones sociales. Dicha especialización exigía un sistema redistributivo desde arriba hacia abajo. Estas culturas se caracterizan por ser sociedades de jefatura teocrática, donde el templo era la estructura más importante, no solo erigiéndose como lugar de culto, sino también como santuario, palacio, lugar de almacenaje para las mayores riquezas y centro distributivo. Aunque el modelo de “rey sacerdote”, que representa la primera forma de soberanía en un ámbito urbano, desapareció, dejó en herencia un modo de entender la realeza que marcó los milenios posteriores. En Mesopotamia, el rey es un individuo a quien la divinidad ha encargado velar por el bien de la comunidad, dotándole para ello de poderes extraordinarios (defensa, administración de justicia, control sobre el agua, etc.), lo que puede perder si desaparece la confianza de los dioses, que la depositarán en otro miembro de la comunidad. Con el paso de las generaciones, se producirá una laicización del poder en el que los sacerdotes (“en”) perderán influencia política frente al rey-guerrero (“lugal”).
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