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La guerra de trincheras o guerra de fuertes es una de las formas de hacer una guerra. La guerra de trincheras surgió a partir de una revolución en las armas de fuego. Se dieron períodos de guerra de trincheras en la guerra de Secesión (1861-1865) y en la guerra ruso-japonesa de 1904-1905, pero llegó a su punto máximo de brutalidad y mortalidad en el Frente Occidental de la Primera Guerra Mundial (1914-1918). Alcanzaban una profundidad de entre uno y dos metros, y se conectaban con otras para mayor movilidad de los bloques de combate.
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PRIMERA FASE DE UNA BATALLA
Tanteo y reconocimiento del enemigo: desde el punto de vista ofensivo, en esta primera fase, las patrullas de caballería procedían descubrir al enemigo y establecían contacto. El grueso de los escuadrones las reforzaba, lanzándose unidos contra las patrullas enemigas hasta lograr ahuyentarlas, y las perseguían hasta llegar a la altura de las primeras fuerzas de infantería. Mientras tanto destacaban oficiales montados con la misión de reconocer las fuerzas que tenían enfrente y las posiciones que ocupaban.. Los datos recogidos por ellos se transmitían al jefe de la vanguardia y al de la columna. La vanguardia apresuraba el paso, y si era necesario reforzaba a los escuadrones de contacto con la fuerza de caballería de que disponía. Oficiales montados de infantería y de artillería se adelantaban a reconocer el terreno y elegir posiciones para las unidades de vanguardia.. A medida que éstas llegaban al lugar del combate se desplegaban y rompían el fuego para obligar al contrario a descubrir sus fuerzas y manifestar sus intenciones. La caballería se retiraba hacia los flancos para protegerlos e impedir los reconocimientos del enemigo. Las baterías se situaban en emplazamientos ocultos a la vista de aquel. El jefe de la vanguardia tan pronto como se hacía cargo del futuro campo de batalla, ocupaba con sus tropas las posiciones más favorables para proteger el despliegue del grueso de la columna. Si era preciso para desalojar al adversario de algunas de las suyas lo intentaban, aunque sin tomar iniciativas demasiados arriesgadas que pudieran desbaratar los planes.
Mientras tanto, el grueso de la columna avanzaba hasta llegar a una decena de kilómetros del enemigo y se concentraba en un sitio a propósito para que el general pudiera disponer de sus fuerzas y enviarlas cuando conviniera a la línea de combate. La retaguardia se detenía y reunía la impedimenta.
Mientras se efectuaba la concentración el general se adelantaba seguido de su Estado Mayor, hasta el punto desde el cual se descubría todo el campo de batalla. En vista de las noticias que recibía y del concepto que él mismo se formase sobre el terreno, trazaba su plan de combate y lo comunicaba a los jefes dependientes de él para encaminar los esfuerzos hacia el mismo fin. Entonces, el Estado Mayor comunicaba a las diversas unidades superiores las órdenes para el despliegue, expresando la misión que les correspondía en el combate, las posiciones adonde debían dirigirse y la extensión del frente que debían ocupar. Las unidades de encaminaban a los puntos que se les habían marcado, marchando a ellos por el camino más corto y procurando no exponerse inútilmente al fuego de la artillería contraria.