Respuestas
Respuesta:Anthony Browne
Traducción de Carmen Esteva
México: Fondo de Cultura Económica, 1999
Voces en el parque, lo que podría ser un sencillo y apacible cuento que describe al lector una tarde en un parque cualquiera, con niños y mascotas correteando, se convierte, en manos de Anthony Browne, en un complejo entramado donde convergen cuatro voces, cuatro puntos de vista distintos de un mismo hecho. A través de la visión de los cuatro protagonistas –Carlos y su madre y Mancha y su padre–, el pequeño lector que se acerque al libro podrá observar y aprender que, en la literatura como en la vida, todo depende del color con el que se mire.
La primera voz se centra en la madre de Carlos, una señora de clase alta a la que su visita al parque no le agrada en absoluto, teme que su hijo se mezcle con lo que ella considera «malas compañías»; en este caso concreto se trata de Mancha, hija de un hombre pobre y humilde que busca desesperadamente un trabajo con el que mantener a su familia.
A pesar de que, como muy bien el autor nos plasma en las ilustraciones, la primera protagonista vive en una casa majestuosa y en un barrio lleno de luz y tranquilidad, lo opuesto al padre de Mancha, en el parque se invertirán los roles, pues ella es incapaz de disfrutar de su paseo, temerosa e irritada como está por todo lo que le rodea, y será el hombre el único que gozará de esa tarde soleada en el parque.
Los sentimientos de estos dos protagonistas influirán, irremediablemente, en las dos voces siguientes, las de sus hijos: Carlos y Mancha. Para Carlos, un chico superprotegido por su familia, esa tarde acabará con un sabor amargo, debido a que su madre le ordena enseguida volver a casa para que deje de intimar con Mancha, a la que ella llamará «esa niña andrajosa».
Mientras vemos a Carlos de vuelta a su gran casa, cabizbajo y solitario, será Mancha la última en contar sus impresiones sobre ese paseo. Una niña alegre y divertida, pese a la difícil situación que atraviesa su familia, relatará lo bien que se lo ha pasado esa tarde, cómo ha jugado con Carlos y éste le ha regalado una flor.
El autor, con esta obra, no sólo acerca a los más pequeños (y no tan pequeños) a la complejidad de las perspectivas literarias sino que, con algún que otro toque de humor que no pasará desapercibido para nadie (un Papá Noel pidiendo limosna porque tiene «millones de niños que mantener»), muestra lo dañino que puede resultar guiarse por las apariencias y cómo, a veces, aquellos que tienen menos pueden pasar momentos más felices que los que tienen demasiado pero no quieren o no saben disfrutarlo.
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