1. Defina, en pocas palabras, el tema central del texto.
Los primeros aprendizajes…
La noche caía sobre Laetoli, un lugar situado al este de África, hace dos millones de años. Las nubes ocultaban la luz de la luna, y la oscuridad aumentaba. Un grupo de hienas rodeó a un leopardo hasta que lograron cansarlo y, finalmente, darle muerte a dentelladas.
Desde lo alto de un árbol, otros dos animales observaban la escena con ansiedad. Al igual que unas águilas carroñeras que revoloteaban sobre el leopardo muerto, esperaban el momento de entrar en acción. Se trataba de dos hombres jóvenes que, con bastante destreza, comenzaron a caminar
erguidos sobre sus dos piernas en dirección a la fiera muerta. Dando alaridos y arrojando piedras con sus manos mientras corrían, espantaron a las hienas y se apoderaron de lo que quedaba del leopardo. Permanecieron toda la noche en el árbol con su presa, para evitar que otros predadores los atacaran de improviso mientras atravesaban la llanura abierta. Hacía ya muchos años que habían abandonado el hábito de sus ancestros de vivir en los árboles, pero los seguían utilizando como refugio ocasional.
habían aprendido a engañar a sus competidoras, las águilas, ocultando la carroña. Pero aquel día la tarea no resulto sencillaCuando las primeras claridades del día apenas asomaban, bajaron del árbol y cubrieron con grandes hojas el cuerpo del leopardo. Tiempo atrás, . La cercanía de un grupo de leones los asusto, y corrieron rápidamente arrastrando al leopardo. En la huida, perdieron el rumbo y se encontraron frente a un rio que nunca antes habían visto. Aunque temían a los cocodrilos, el terror ante la presencia de los leones hizo que se subieron a un tronco que flotaba junto a la orilla y la corriente los llevo hasta la otra orilla del rio.
Desorientados en un paraje desconocido, comenzaron a buscar en la tierra las huellas de sus semejantes, distintas de las de cualquier otro animal. Al cabo de horas de búsqueda, encontraron huellas humanas y siguieron su rastro. Pero eran unas pocas huellas que se interrumpían súbitamente.
Agotados y desalentados, se sentaron y comieron unos trozos de carne del leopardo para reponer fuerzas. Fue entonces cuando reconocieron a dos integrantes de la banda con la que vivían, quienes se aproximaban hacia la orilla cargando algunas frutas.
Los cuatro hombres, luego de una larga marcha, finalmente llegaron con el alimento hasta la caverna en la que se reunieron con el resto de la horda, un grupo de unos sesenta individuos, machos y hembras. Confiados en que ninguna fiera podría penetrar por la estrecha entrada de la caverna, se dedicaron a separar la carne de la piel de leopardo y a cortarla en porciones pequeñas para compartirla. Contaban para ello con unos trocitos de piedra
muy filosos, que habían aprendido a hacer golpeando una piedra con otra. En ocasiones, un golpe de ingenio los había ayudado a resolver los problemas. Como ocurrió aquella vez en qu e la banda encontró un elefante muerto y se abalanzo sobre él para comerlo. Siempre habían imaginado la cantidad de comida que un elefante representaba, pero hasta entonces, no
disponían de armas para cazarlo. Se sorprendieron cuando se dieron cuenta que no podían desgarrar el grueso cuero del elefante solo con sus manos y sus dientes. Uno de los miembros de la banda probó suerte con un trozo de piedra filosa que, momentos antes, le había provocado un corte en un pie.
También la casualidad ayudó a la horda que se comía al leopardo. Cuando dos miembros del grupo se disputaban un trozo de carne, uno de los huesos del animal se quebró. Luego de olfatear la sustancia grasosa que había dentro del hueso, decidieron comerla. Desde entonces, la alimentación se enriqueció; y empezaron a fabricar instrumentos de piedra para machacar huesos.
El tiempo pasó desde aquella noche en que los dos jóvenes arrebataron el leopardo a las hienas. Algunas decenas de miles de años después, otra pequeña horda construyó lanzadas terminadas con puntas de piedra filosa que parecían apropiadas para cazar grandes animales. Enfrentados al
desafío de cazar a un elefante, decidieron asociarse en la tarea con otra horda que buscaba alimentos en la misma zona. Con el tiempo, esta asociación circunstancial se fue haciendo permanente. El hábito de vivir en grupos más numerosos los hizo sentirse menos vulnerables ante las amenazas
cotidianas de la naturaleza. Relato imaginario elaborado a partir de información que proporcionan las fuentes arqueológicas y paleontológicas.
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