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La frase sobre el logos escrito como reflejo del discurso vivo y animado del que sabe (cf. Fedro, 276a8-9) hay que referirla al diálogo platónico: el que sabe es el dialéctico, que gracias a los conocimientos a los que ha accedido por medio de la teoría de las Ideas, sabe cómo es la verdad (ibid., 278c4-5). Tres capacidades tiene, según Platón, solo el discurso vivo del que sabe: puede responder las preguntas que se le planteen, puede buscar el receptor adecuado o quedar en silencio ante aquellos que no tienen que ver con filosofía y, en caso de un ataque, puede acudir en ayuda de su argumento con cuestiones que pertenecen a un nivel superior (cf. ibid., 275d4-276a9, 278c4-e3). El análisis de estas expresiones de Platón en su contexto muestra que la interpretación usual que, desde hace casi 200 años, le atribuye estas capacidades de el que sabe al diálogo escrito, no hace justicia al texto de la crítica de la escritura y va en contra de su sentido. Esta constatación exige una orientación radicalmente nueva de la hermenéutica de los diálogos platónicos. Hay que reconocer que Platón concibió sus diálogos (cada uno en particular y todos en conjunto) como unidades literarias y filosóficas que no tienen un carácter autárquico. Los diálogos apuntan consistentemente más allá de ellos mismos hacia la doctrina oral de Platón.