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Había una vez una novia que preparaba su boda con todos sus detalles. Tenía tantas ganas de que todo fuera perfecto, que durante meses asistió a todas las bodas que pudo. Y cada vez que veía algo que le gustaba o le parecía bonito, decía “Yo también quiero eso”, y lo apuntaba para que no faltase en su boda. Daba igual que fueran unas flores rarísimas, un adorno en el vestido, una música única o una preciosa fuente: cualquier cosa que le gustase acababa en su lista. Y como cada boda tenía sus cosas preciosas y especiales, la lista no dejaba de crecer.
Y así llegó el día. Y nuestra novia se sentía como la reina de las novias, pues ella sería la única que tendría en su boda cualquiera de las cosas bonitas que hubiera podido tener ninguna otra novia. Mientras iba hacia la iglesia, no dejaba de pensar en cómo la envidiarían todos, y lo admirados que estarían.
Pero, al llegar, descubrió horrorizada todo lo contrario. Absolutamente nadie estaba feliz, ni contento, ni siquiera admirado. La iglesia estaba tan llena de cosas que era imposible moverse sin recibir un golpe. Había tantas flores y tan distintas, que los olores se mezclaban de forma que casi no se podía respirar, y los cinco excelentísimos coros juntaban sus cánticos, todos a la vez, haciéndolos tan insoportables que un equipo de enfermeros había tenido que acudir al lugar para repartir pastillas contra el dolor de cabeza.
Y todo fue aún peor cuando la novia se presentó en la entrada. Pensaba impresionar a todos con su vestido lleno de detalles y adornos, pero lo único que provocó fue caras raras entre los adultos y muchas risas entre los niños, pues el resultado de tantas cosas juntas era un aspecto ridículo.
Con tal espectáculo fue imposible celebrar la boda, y la novia volvió a casa terriblemente avergonzada, dándose cuanta de lo ridículo que era fijarse constantemente en lo que hacían los demás y en tratar de tener más que nadie.
Y con su nuevo traje de humildad, y aprovechando lo que había aprendido asistiendo a tantas bodas, la novia volvió a preparar su boda tal y como de verdad le gustaría a ella, sin importarle si faltaba tal o cual cosa que sí hubo en alguna otra boda, y sin tratar de impresionar con todo lo que tenía o hacía.
Y fue precisamente así como su boda resultó preciosa, y sus invitados quedaron verdaderamente encantados. :LISTO