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Respuesta:
El concepto de riesgo, asociado con la idea de porvenir sin certeza, ha estado
presente desde siempre en las sociedades humanas. El primer ejemplo de una práctica
que involucra un análisis de riesgo de forma simplificada se remonta a las comunidades
de la antigua Babilonia, que ocuparon el valle del Eufrates y el Tigris, 3200 A.C.,
donde existió un grupo llamado el Asipu (Oppenheim 1977). Una de las funciones del
Asipu era la de servir como grupo consultor para decisiones difíciles de tomar por lo
inseguras o inciertas. Si se deseaba tomar una decisión sobre alguna acción venidera se
podía consultar a uno de sus miembros del Asipu, que se encargaba de dimensionar la
situación, identificar alternativas de acción y recoger datos sobre los resultados
factibles (éxito o fracaso; ganancia o pérdida) de cada alternativa. El sacerdote Asipu,
que tenía la capacidad especial de interpretar señales o datos de los dioses, calificaba
las diferentes alternativas, colocando signos más si eran favorables y menos si no lo
eran, para finalmente recomendar la alternativa más beneficiosa.
También en Mesopotamia, dos siglos después, tuvo origen la figura del seguro
como la más antigua estrategia para afrontar riesgos. Allí surgieron las primeras tasas
de interés sobre préstamos entre agricultores, inicialmente en especie y luego en
metálico, que variaban entre 0 y el 33% dependiendo del grado de riesgo asociado al
préstamo. Las tasas reflejaban la percepción de incertidumbre del prestamista y fueron
una de las primeras formas de cuantificar y administrar riesgo. Esta práctica
posteriormente se amplió al incluir primas de riesgo cuando se trataba de prestamos
asociados con el transporte de mercancías que podían perderse en el mar por tormentas,
incendios o asaltos. El Código de Hammurabi, 1950 a. C., instituyó las bases del seguro
y estableció varias doctrinas de administración de riesgos. Alrededor del comercio
marítimo estableció en los contratos de transporte la figura formal del préstamo, la tasa
de interés y de la prima de riesgo por la posibilidad de pérdida y consecuente
cancelación de la deuda. En Grecia para el año 750 a. C. casi todos los viajes estaban
cubiertos por este tipo de contrato y las primas de riesgo variaban entre el 10 y 25%
dependiendo del grado de riesgo de la aventura, lo que implicaba alguna noción