Cuáles fueron los más clásicos poemas caballerescos?

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Respuesta dada por: juliolanderosm
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l Orlando furioso de Ludovico Ariosto, llevada a cabo por Jerónimo de Urrea y publicada en Amberes por Martín Nucio en 1549, supondrá el punto de partida de uno de los géneros narrativos de mayor éxito en España durante el siglo XVI y parte del XVII: la poesía épica culta, que se multiplicará y se diversificará dando lugar a una maraña de textos susceptibles de ser clasificados en varios subgéneros. Esta épica culta cuenta con un grupo de lectores entre los que se encontraban letrados, clérigos, catedráticos y amantes de la historia

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Respuesta dada por: Karol2b2bnatali
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Felixis y Grisaida,Orlando furioso de Ludovico Ariosto,Jerónimo de Huerta, Quijote y el vizcaíno.

espero a verte ayudado uwu

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La traducción al castellano del Orlando furioso de Ludovico Ariosto, llevada a cabo por Jerónimo de Urrea y publicada en Amberes por Martín Nucio en 1549, supondrá el punto de partida de uno de los géneros narrativos de mayor éxito en España durante el siglo XVI y parte del XVII: la poesía épica culta, que se multiplicará y se diversificará dando lugar a una maraña de textos susceptibles de ser clasificados en varios subgéneros. Esta épica culta cuenta con un grupo de lectores entre los que se encontraban letrados, clérigos, catedráticos y amantes de la historia, además de las altas capas de la sociedad de la época, por lo que se considera un género honorable, frente a otros más populares como los libros de caballerías, denostados por los moralistas y censurados por quienes pensaban que el puro entretenimiento era algo perjudicial y hasta ajeno a la literatura. Tal vez por eso algunos autores aprovechan el tirón de la épica culta para escribir en versos endecasílabos las hazañas de invencibles caballeros, a imitación de los grandes relatos en prosa que eran el alimento literario de un gran número de lectores. Si a este deseo de «dignificar» las aventuras caballerescas le añadimos la influencia del Orlando furioso, nos encontraremos con el subgénero al que dedicamos estas páginas. Los poemas caballerescos son, pues, un tipo de relato híbrido donde se mezclan varios elementos: la épica culta italiana, de profunda raíz caballeresca, representada sobre todo por el Orlando enamorado de Boiardo y por el citado poema de Ariosto, la forma propia de los poemas épicos españoles, generalmente escritos en octavas, a imitación de los autores italianos, y los libros de caballerías castellanos del siglo XVI, cuyo periodo de esplendor coincide con el surgimiento de esta épica culta en España.

Estos poemas caballerescos no narran hechos reales ni tienen conexión alguna con la realidad (aunque a veces hacen gala de una pretendida historicidad de procedencia casi siempre fabulosa), por lo que no cabe encuadrarlos entre los grandes poemas épicos del Renacimiento, más dedicados a glosar las hazañas de ilustres personajes históricos o las proezas de todo un pueblo (como el Carlo famoso de Luis Zapata o La Araucana de Ercilla). Tampoco son poemas de contenido religioso o hagiográfico (como La Crtstiada de Diego de Hojeda o el San José de Valdivielso) ni se basan en leyendas medievales sobre el Cid o Bernardo del Carpio. Ni siquiera son traducciones o continuaciones del Orlando de Ariosto (a la manera de Las lágrimas de Angélica de Barahona de Soto); se trata de poemas que nacen a la sombra de las ficciones caballerescas en prosa y que aprovechan el prestigio cultural de la épica culta para narrar, en octava rima, los hechos de armas de valerosos caballeros andantes, con una perspectiva novelesca.  

A partir de estas premisas podríamos establecer el corpus de los textos que configuran este subgénero y que, hoy por hoy, quedaría reducido a seis poemas, uno de ellos conocido sólo por referencias pero, en apariencia, perdido, al que me referiré después. El primero, cronológicamente, es El satreyano de Martín Caro del Rincón, el cual trata de los valerosos hechos en armas y dulces y agradables amores de Pironiso, príncipe de Satreya, y de otros cavalleros y damas de su tiempo, conservado en un único manuscrito en la Biblioteca Nacional de España. Su autor, Martín Caro del Rincón, fue pagador de la artillería real de Felipe II, y debió de escribir su poema entre los años 1559 y 1568, en los que Isabel de Valois estuvo casada con el rey y por lo tanto ejerció como mayordomo de esta don Juan Manrique de Lara, a quien Caro dedica su poema y a quien cita como responsable de ese cargo.  

El segundo es el Libro primero de los famosos hechos del príncipe Celidón de Iberia (1583), del cordobés Gonzalo Gómez de Luque, citado por Cervantes (con quien al parecer debió de unirle una cercana amistad) en el «Canto de Calíope» de La Galatea.  

Jerónimo de Huerta es el autor del tercero de los textos que forman nuestra nómina: Florando de Castilla, lauro de cavalleros (Alcalá de Henares, 1588). De estructura más sencilla que los anteriores (y también mucho más breve), el poema combina la octava con otras estrofas que, por lo general, se asocian a pasajes no narrativos, como cartas, carteles de desafío, lamentos o intervenciones sobrenaturales.

El último texto conservado es el extraño poema de Miguel González de Cunedo Alegoría del Monstruo español (Orihuela, 1627).  

El Canto de los amores de Felixis y Grisaida, manuscrito de finales del XVI, es citado por varios estudiosos, aunque no hay rastro de él en las bibliotecas donde se nos dice que se encuentra.

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