• Asignatura: Religión
  • Autor: montoyarestreposamue
  • hace 4 años

Las principales enseñanzas que nos dejo el cristianismo​

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Respuesta dada por: mairapolancodaza13
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Nota del editor: Este texto es de Amy-Jill Levine, especialmente para CNN. Ella es autora de ‘Short Stories by Jesus: The Enigmatic Parables of a Controversial Rabbi’ y profesora del Nuevo Testamento y Estudios Judíos en la Universidad de Vanderbilt. Las opiniones aquí expresadas le pertenecen.

(CNN) — Una vez se dijo que «la religión está diseñada para consolar a los afligidos y afligir a los cómodos».

Las parábolas de Jesús –cuentos cortos con lecciones morales– también fueron diseñadas para afligir, para atraernos pero dejarnos algo incómodos. Estas enseñanzas se pueden leer como relatos sobre el amor divino y la salvación, claro. Pero, quienes los escucharon primero –judíos del primer siglo en Galilea y Judea– captaron mensajes mucho más desafiantes.

Sólo cuando escuchamos las parábolas como lo hizo el propio auditorio de Jesús, podemos experimentar plenamente su poder y sentirnos sorprendidos y retados. Mira estos cuatro ejemplos de las enseñanzas de Jesús que nadie comprende correctamente:

La parábola del hijo pródigo

Esta parábola por lo general se entiende como una historia que demuestra que el ‘padre celestial’ nos ama sin importan lo bajas de nuestras acciones. Ese es un mensaje adorable, y no quisiera desecharlo.

Sin embargo, no es lo que escucharon los judíos del siglo I. Ellos ya sabían que su padre era amoroso, misericordioso y compasivo. Es Lucas el que escribe un mensaje de arrepentimiento y perdón. Lucas hace un prefacio de la parábola incluyendo dos otras historias: la parábola de las ovejas perdidas y la de la moneda perdida.

El evangelista las concluye con: «Habrá más dicha en el cielo sobre un pecador que se arrepiente que sobre 99 justos que no necesitan arrepentirse».

¿Es realmente ese el tema de las parábolas?

Jesús no hablaba del pecado de las ovejas ni de la codicia del dinero; las ovejas no se sienten culpables y las monedas no se arrepienten. Además, el hombre pierde las ovejas y la mujer pierde su moneda, pero Dios no nos «pierde».

Las dos primeras parábolas no tratan de arrepentimiento y perdón. Se tratan de contar: el pastor notó una oveja que falta de 100, y la mujer notó una moneda desaparecida entre 10.

Y buscaron, encontraron, se regocijaban y celebraron. Al hacer esto, establecieron la tercera parábola. La historia del hijo pródigo comienza: «Había un hombre que tenía dos hijos …».

Si nos centramos en el hijo pródigo, escuchamos mal la introducción. Todo judío bíblico sabrá que si hay dos hijos, hay que prestar atención a los más jóvenes: Abel sobre Caín, Isaac sobre Ismael, Jacob sobre Esaú, Efraín sobre Manasés.

Pero las parábolas nunca son como queremos. No podemos identificarnos con los jóvenes, que «gastaron todo lo que tenía en su vida disoluta».

Luego, si vemos nos sorprendemos porque el padre da la bienvenida a casa al hijo menor, estamos escuchando mal de nuevo. Papá simplemente está encantado de que junior haya regresado: se regocija y lanza una fiesta. Si nos detenemos aquí, fallamos. El hermano mayor –¿lo recuerdas?– escucha la música y el baile. Papá tuvo tiempo suficiente para contratar a la banda y la comida, pero nunca buscó a su hijo mayor. Tenía dos hijos, y no contó.

Esta parábola es menos acerca de perdonar y más sobre contar, y asegurarse de que todo el mundo cuenta. ¿A quién hemos perdido? Si no contamos, puede ser demasiado tarde.

La parábola del buen samaritano

Nuestra comprensión habitual de esta famosa historia se desvía de varias maneras. Aquí hay dos.

Primero, los lectores suponen que un sacerdote y un levita evitan al herido porque tratan de evitar ser «impuros». Disparates.

Toda esta interpretación hace que la ley judía se vea mal. El sacerdote no sube a Jerusalén donde la pureza sería una preocupación; él está «bajando» a Jericó. Ninguna ley impide que los levitas toquen cadáveres, y hay muchas otras razones por las cuales la pureza ritual no es relevante aquí.

Jesús menciona aun sacerdote y a un levita porque ellos establecieron una tercera categoría: israelí. Mencionar los dos primeros es invocar el tercero. Si digo, «Larry, Moe … (de Los Tres Chiflados)» es probable que digas «Curly». Sin embargo, ir de sacerdote a levita a samaritano es como ir de Larry a Moe a Osama bin Laden.

Esa analogía nos lleva a la segunda lectura errónea.

La parábola se ve a menudo como una historia de cómo la minoría oprimida –los inmigrantes, los gays, las personas en libertad condicional– son «agradables» y por lo tanto debemos revisar nuestros prejuicios. Los samaritanos, en ese entonces, no eran la minoría oprimida: eran el enemigo. Lo sabemos no sólo por el historiador Josefo, sino también por Lucas el evangelista.

Sólo un capítulo antes de nuestra parábola, Jesús busca alojamiento en un pueblo samaritano, pero se lo niegan.

Explicación:

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