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La antropología física documenta y explica la diversidad biológica humana y su cambio temporal, proporcionando soluciones para prevenir o resolver problemas biosociales y biosanitarios. Ha desarrollado un solido marco teórico biocultural, basado en una triple perspectiva: de ciclo vital , evolutiva y ecológica ( Huss-Ashmore, 2000; Dufour, 2006 ) con una visión holística de la que carecen con frecuencia otras áreas de conocimiento que abordan problemas comunes desde perspectivas diferentes.
El ciclo vital es una característica específica, definida por su duración potencial, por el número, extensión y características de sus etapas de desarrollo, por la expresión fenotípica de los procesos ontogenéticos y por la singularidad de los patrones reproductores, que permiten la perpetuación de las especies y es, como veremos a lo largo de estas líneas el marco de referencia natural para comprender la biología de una especie. La perspectiva de ciclo vital, se ha mostrado fundamental para resolver problemas esenciales de la biología humana , como los ligados a transiciones entre etapas (nacimiento, gonadarquia o menopausia), (Trevathan, 1987; Ellison 1990; ; Leydy, 1994, 1996 ), los relacionados con eficiencia reproductora (Ellison, 2001; jasiensak 2009) o los implicados en generar riesgo diferencial para la salud a lo largo de la vida (Barker et al,1997 ; Cameron y Demerath 2002; Crespi y Denver 2005).
La perspectiva evolutiva proporciona una visión esencial de cómo y cuando aparecen, de manera integrada, las características del ciclo vital que se fijan en nuestro genotipo. Estas características incluyen la duración potencial y las etapas, la variabilidad fenotípica en estructuras anatómicas, funcionales, fisiológicas, la eficiencia reproductora y un abanico de respuestas biológicas para hacer frente a cambios o agresiones del medio como el sistema inmune o los sistemas de reparación celular o nuclear. Todos los procesos biológicos requieren energía (y nutrientes) para su mantenimiento y, como mamíferos, tenemos capacidad de hacer frente a situaciones cambiantes de disponibilidad energética a través de respuestas plásticas que permiten ajustar los procesos ontogeneticos a situaciones concretas, originando consecuencias fenotípicas permanentes. La plasticidad del desarrollo es, junto con las otras respuestas fisiológicas que permiten hacer frente a situaciones ambientales variables, la base de la ecología humana.
La ecología humana permite identificar factores ambientales que modulan la expresión de las respuestas individuales a lo largo del desarrollo, durante los procesos reproductores y a lo largo del envejecimiento, y además, evaluar la eficiencia de esas respuestas (Bernis, 2004), (Figura 1). Proporciona las bases para comprender por qué algunos factores ambientales, como los ligados a energía y nutrientes, tienen más repercusión que otros en la modulación del fenotipo y por qué, cuando actúan en etapas tempranas, tienen más consecuencias para el estado biológico y el riesgo diferencial de enfermedad en etapas avanzadas. La unidad de estudio es el Ecosistema humano, (Figura 2), que permite modelizar las relaciones
El ciclo vital es una característica específica, definida por su duración potencial, por el número, extensión y características de sus etapas de desarrollo, por la expresión fenotípica de los procesos ontogenéticos y por la singularidad de los patrones reproductores, que permiten la perpetuación de las especies y es, como veremos a lo largo de estas líneas el marco de referencia natural para comprender la biología de una especie. La perspectiva de ciclo vital, se ha mostrado fundamental para resolver problemas esenciales de la biología humana , como los ligados a transiciones entre etapas (nacimiento, gonadarquia o menopausia), (Trevathan, 1987; Ellison 1990; ; Leydy, 1994, 1996 ), los relacionados con eficiencia reproductora (Ellison, 2001; jasiensak 2009) o los implicados en generar riesgo diferencial para la salud a lo largo de la vida (Barker et al,1997 ; Cameron y Demerath 2002; Crespi y Denver 2005).
La perspectiva evolutiva proporciona una visión esencial de cómo y cuando aparecen, de manera integrada, las características del ciclo vital que se fijan en nuestro genotipo. Estas características incluyen la duración potencial y las etapas, la variabilidad fenotípica en estructuras anatómicas, funcionales, fisiológicas, la eficiencia reproductora y un abanico de respuestas biológicas para hacer frente a cambios o agresiones del medio como el sistema inmune o los sistemas de reparación celular o nuclear. Todos los procesos biológicos requieren energía (y nutrientes) para su mantenimiento y, como mamíferos, tenemos capacidad de hacer frente a situaciones cambiantes de disponibilidad energética a través de respuestas plásticas que permiten ajustar los procesos ontogeneticos a situaciones concretas, originando consecuencias fenotípicas permanentes. La plasticidad del desarrollo es, junto con las otras respuestas fisiológicas que permiten hacer frente a situaciones ambientales variables, la base de la ecología humana.
La ecología humana permite identificar factores ambientales que modulan la expresión de las respuestas individuales a lo largo del desarrollo, durante los procesos reproductores y a lo largo del envejecimiento, y además, evaluar la eficiencia de esas respuestas (Bernis, 2004), (Figura 1). Proporciona las bases para comprender por qué algunos factores ambientales, como los ligados a energía y nutrientes, tienen más repercusión que otros en la modulación del fenotipo y por qué, cuando actúan en etapas tempranas, tienen más consecuencias para el estado biológico y el riesgo diferencial de enfermedad en etapas avanzadas. La unidad de estudio es el Ecosistema humano, (Figura 2), que permite modelizar las relaciones
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