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Hay un consenso creciente, entre quienes nos ocupamos del ámbito de la Salud Mental, con respecto al negativo papel que el complejo fenómeno social, que identificamos con el término "estigma", juega en la vida de las personas afectadas por trastornos mentales graves (1-9). A la luz de los conocimientos acumulados al respecto, se puede incluso sostener que las personas con este tipo de trastornos tienen dos fuentes de dificultades, una derivada directamente de la enfermedad o el trastorno que padecen y la otra del estigma que les afecta, siendo paradójicamente este último aspecto el más negativo y difícil de contrarrestar (1, 3, 6-11).
Por otra parte, aunque utilizamos un único término -"estigma"- parece claro que con él hacemos referencia a un complejo conjunto de aspectos interrelacionados pero diferenciables, tanto por sus efectos como por sus posibilidades de intervención (3, 4-8, 11). Así, con esa palabra de origen griego y que hace referencia a una "marca" o "señal" que identifica a determinados grupos y personas concretas que son objeto habitualmente de un cierto "descrédito" social (12), hacemos referencia al menos a tres tipos de fenómenos (4):
a) Un conjunto de actitudes sociales negativas hacia el grupo y las personas que lo componen y que, con distintas intensidades y matices, podemos detectar en una parte importante de la población; actitudes que, a su vez, incorporan una triple dimensión cognitiva, afectiva y conductual o conativa que resumimos respectivamente con los términos "estereotipo", "prejuicio" y "discriminación", si bien a este último aspecto preferimos denominarlo "propensión a la discriminación", para diferenciarlo del aspecto siguiente (3, 4, 14-17).
b) Una serie de consecuencias objetivas, directas e indirectas, que tienen también formas de anclaje institucional y determinan en conjunto distintos tipos de discriminación efectiva hacia dichas personas (3, 4, 7-10, 17-21).
c) Y una serie de repercusiones subjetivas que el proceso tiene sobre quienes lo padecen, repercusiones que englobamos bajo el término "autoestigma" y que incluyen la interiorización de las imágenes sociales negativas, una considerable disminución de su autoestima y diversas formas de "repliegue" personal frente a la discriminación (3, 4, 10, 13, 22).
Todos esos aspectos vienen siendo objeto de preocupación y por tanto de estudio durante ya varias décadas, en relación con distintos colectivos y, especialmente, con el de las personas con trastornos mentales graves (1, 3, 7, 11, 23). Si bien lo que interesa más directamente a dichas personas son los aspectos de lo que denominamos discriminación efectiva y autoestigma, el tema de las actitudes poblacionales ha sido objeto de atención preferente por suponer que las mismas constituyen el núcleo de este grave fenómeno social.