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Precursores de la libertad de cultos
Carlos Martínez García
La Jornada
La Ley de Libertad de Cultos del 4 de diciembre de 1860 tiene sus precursores en el primer liberalismo mexicano. Hace 150 años, el 12 de julio, Benito Juárez decreta la primera de las normas de reforma: la Ley de Nacionalización de los Bienes Eclesiásticos.
Tal medida representa una reivindicación largamente anhelada por los sectores más lúcidos de la sociedad mexicana, los que después de la Independencia plantearon la necesidad de construir una nueva sociedad, ajena al exclusivismo católico.
Entre 1813 y 1827 (el año de su muerte) José Joaquín Fernández de Lizardi, El Pensador Mexicano, escribe en distintos momentos sus críticas al autoritarismo católico.
Hace una defensa de la tolerancia religiosa, “fue el más activo partidario de [esa] libertad. En torno a sus folletos se desarrollaron las principales polémicas sobre la cuestión. Hizo que estuviese presente en los impresos de su época”, subraya Gustavo Santillán en su ensayo La secularización de las creencias. Discusiones sobre tolerancia religiosa en México (1821-1827).
En La nueva revolución que se espera en la nación, escrito de 1823, Fernández de Lizardi aboga por la instauración de un gobierno distinto al monárquico.
Escribe que “bajo el sistema republicano la religión [católica] del país debe ser no la única sino la dominante, sin exclusión de ninguna otra”.
Comenta que ante lo que llama el tolerantismo religioso, “sólo en México se espantan de él, lo mismo que de los masones.
Pero, ¿quiénes se espantan? Los muy ignorantes, los fanáticos, que afectan mucho celo por su religión que ni observan ni conocen, los supersticiosos y los hipócritas de costumbres más relajadas […] ningún eclesiástico, clérigo o fraile, si es sabio y no alucinado, si es liberal y no maromero, si es virtuoso y no hipócrita, no aborrece la República, el tolerantismo ni las reformas eclesiásticas”.
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