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Resumen
En este trabajo se explora la definición de lo trágico partiendo de la comprensión de la angustia en algunas tragedias griegas. El sentimiento de la angustia nace cuando el sujeto se ve obligado a definir su ser, hecho que se opone la mayoría de las veces a su deber; en la confrontación de ser y de deber, nace la tensión trágica que se revela, entre otros procesos, con la máscara y la metamorfosis.
Palabras Clave: angustia, deber, máscara, metamorfosis, ser, tragedia griega.
Abstract
In this article the definition of tragic is explored starting from an understanding of anguish in some Greek tragedies. The feeling of anguish arises when the character is forced to define his/her own being, which is mostly opposed to his/her duty. It is from the clash between actual being and "should-be" that tragic tension arises, as this is revealed, among other means, through the mask and the metamorphosis.
A la memoria de Antonio López Eire
La dimensión de la tragedia humana fue el objeto de reflexión del teatro griego clásico, pero, quizá, los mismos griegos no alcanzaron a comprender el ahondamiento del pensar trágico que perfilaron en sus piezas dramáticas, y a nosotros nos está vedado también ese espacio abisal. Lesky ha hecho notar que si bien es cierto que los griegos fueron los creadores de la tragedia como género literario, también lo es que "no desarrollaron ninguna teoría de lo trágico", y más aún la "concepción del trágico acontecer [...] se perdió en gran parte en el helenismo posterior".1 En efecto, cuando Aristóteles emprende la tarea de su Poética, pasa por alto qué es el personaje trágico en el sentido indicado por Lesky, esto es, la razón y la trascendencia de la tensión trágica. Una razón de ello es que las fibras de lo trágico refieren pensamientos y pasiones en constante dialéctica, no sólo por la naturaleza propia del teatro, sino porque los poetas trágicos griegos colocaron al sujeto, desde diferentes ángulos de la existencia, en la irrecusable necesidad de ser para sí y para el mundo, y en el motor del deber. Deber que nace de la decisión, acto trágico por naturaleza del individuo pleno de angustia, porque, al decidir, su condición se confronta. Ser y deber se oponen en el sujeto dando origen a una imagen y comprensión de lo trágico.
Las piezas de la tragedia ática que conservamos es el material que permite observar y comprobar que una teoría de lo trágico es poco menos que imposible en la medida en que los sujetos manifiestan la tensión trágica de muy diversos modos. En todo caso se puede decir que en aquéllas se formulaba constantemente la dimensión de la tragedia. Así, el personaje trágico y su conciencia brotaban en el escenario con nuevas aristas, tantas como fuera la magnitud de la oposición del ser y de su deber.
Plutarco reseña que ya en el siglo v el público asistente a los espectáculos del drama se preguntaba ante el desarrollo temático de las tragedias: "¿En qué atañe esto a Dionisio?"2 Esta pregunta, que se convirtió en un refrán, ha sido entendida y explicada por la mayoría de los exegetas, siguiendo precisamente el comentario de Plutarco, en relación con el origen religioso del teatro, propiamente del ámbito dionisiaco,3 lo que, en principio, podría parecer obvio.4
Sin embargo, creemos que otro sentido es lícito: el drama dionisiaco presenta en sí los extremos de la pasión humana. Entre el dolor y la risa se manifiesta la psique del sujeto, que cobra presencia en la catarsis. Ésta se muestra como una esperanza, pero que, al ser siempre en potencia, ahonda acremente el sentimiento trágico. Puesto que la catarsis del personaje central queda en suspenso, entonces, como parte de la trama narrativa, la angustia se abisma. De un ritual catártico, el ritual dionisiaco habría sufrido una metamorfosis tal que llegó a implicar la definición del ser y del deber.
El asunto está, a nuestro parecer, en que la figura dionisiaca generalmente ha sido vista como aquello que rompe con los límites de lo socialmente aceptado y permitido. La locura es la divisa de este dios y todo aquel que cae bajo su imperio es percibido y tratado como un loco. Pues bien, la manía encierra toda actitud humana en su definición y en sus acciones. El calificar de cuerdo al sujeto desde una visión estrecha y reduccionista que cercena las posibilidades de la libertad, es negar la esencia de lo dionisiaco. Al negarlo, sobreviene la tragedia. Es decir, lo trágico es un don de Dionisio para aquel que lo rechaza, como Penteo, en las Bacantes de Eurípides, quien, como tirano defensor del orden socialmente coherente, es sacrificado por su propia madre. Ella se halla en el momento de la ejecución bajo el influjo de la locura dionisiaca. La tragedia es evidente en su raíz: no