Respuestas
Respuesta:Las revoluciones de independencia en América Latina tuvieron un punto de partida común: la Revolución francesa, o mejor dicho, la expansión napoleónica posterior y el vacío que de ella resultó. En todas partes se planteaba la misma pregunta respecto a la nueva base de legitimidad para el intercambio en las transferencias interregionales y transatlánticas. Sin embargo, las experiencias revolucionarias individuales fueron sumamente distintas si se comparan entre sí [...]. Pese a toda esa diversidad, se aprecian entrelazamientos evidentes entre las experiencias y no sólo en el nivel de las élites políticas, sino también en el de las clases no privilegiadas. En estos años revolucionarios, no sólo se intercambiaron hombres, mercancías e ideas, sino también informaciones sobre los desarrollos actuales [...]. Después de algunas décadas de guerra, los países recién surgidos eran demasiado débiles para establecer realmente el orden republicano. El soberano, el "pueblo", seguía siendo un nebuloso punto de referencia. Para imponer un nuevo Estado nacional en el sentido de una comunidad de valores duradera en una estructura étnica extremadamente heterogénea, faltaron las condiciones y la voluntad política de las élites. Precisamente la problemática étnica, que se traslapaba con la social, fue una característica única en su tipo de las revoluciones de independencia latinoamericanas. Contribuyó a que las ideas de libertad, igualdad y autodeterminación que circulaban por todo el mundo, y de las cuales también se sirvieron las élites latinoamericanas, se cargaran con una fuerza explosiva especialmente revolucionaria, ya que la politización había abarcado todo el espectro social. Hasta 1830 y mucho tiempo después, esta fuerza explosiva no había podido prosperar todavía. Lo que quedó, sin embargo, fue la promesa de la revolución, y esto no era poco (p. 359).
Para muchos pases latinoamericanos esa promesa tardaría mucho tiempo en realizarse. Algunos hicieron sus revoluciones a medias, otros experimentaron con el radicalismo y otros más revolucionaron también, pero bajo intereses imperiales, conservadores y militaristas. Pero eso forma parte de otra historia y de otra época que tal vez espera otro historiador que pueda narrarlas con la maestría con la que Stefan Rinke ha narrado esta magnífica historia de las revoluciones en América Latina que ahora publica tan atinadamente el Colegio de México en colaboración con el Programa Internacional de Graduados Entre Espacios, Ojalá que éste sea el primero de una serie de trabajos que muestren la promesa cumplida y el vigor de una nueva historiografía que sirva para un mejor entendimiento de lo local, lo internacional y lo global.
Explicación: