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La revolución industrial es un periodo de cambio que se caracteriza por una ruptura importante en toda Europa con los anteriores sistemas existentes, ya sean tanto sociales, como de poder y económicos. Esta época vino marcada por las revoluciones burguesas que se dieron en general en este continente y que marcaron el sino de la historia contemporánea.
Ahora bien, en lo concerniente a lo económico-social, la revolución burguesa trajo consigo una nueva forma de entender la propiedad que vino aparejada con una nueva maquinaria y por ende, una nueva de producción que hizo modificar los substratos sociales del viejo continente. La aparición de las grandes fábricas hizo desaparecer paulatinamente la gran proporción de agricultores y jornaleros para dar paso a una gran clase obrera industrial que vivía en ciudades. Es por ello que me planteo varias ideas antes de profundizar en el tema. De un lado, la pobreza, las enfermedades y el desempleo. Me imagino un mundo sucio, con la basura en las calles y en las casas. Un mundo enfermizo, con gente que muere por pestes desconocidas para ese tiempo y que se multiplican a cada día. Un mundo desocupado, gente sin trabajo porque las maquinas pueden hacerlo mucho mejor o simplemente no son necesarios. Del otro lado, la riqueza, la tecnología y la expansión. En mente tengo a un mundo progresista, el esplendor de las ciudades gracias a los nuevos sistemas. Un mundo nuevo, la aparición de nuevas formas de producir, nuevos gases, sustancias, y metales que lo revolucionaron. Un mundo echando raíces, la gente empezó a elegir otros lugares para vivir, por pestes o porque era sencillo gracias a las nuevas vías de transporte.
Así, ante este planteamiento nos preguntamos, cuales fueron los elementos que rodearon a estas revoluciones y en que medida afectaron a la formación de estas clases sociales y de la sociedad en si, en un entorno económico que se movía a gran velocidad, muchas veces superando a los mismos agentes sociales inmersos en estos cambios.
Desde finales de la segunda guerra mundial hasta el inicio de la década de los setenta, Europa puede calificarse demográficamente como el continente de la movilidad
En efecto, nunca hasta entonces sus habitantes manifestaron mayor capacidad de desplazamiento. Los movimientos migratorios durante el decenio 1960-70 fueron esenciales en la configuración del espacio social europeo de nuestros días.
La población de Europa continuó creciendo desde el final de la segunda guerra mundial ; sin embargo, la tasa de crecimiento fue inferior a la de los restantes continentes. Al comenzar el siglo XX la población europea, cifrada en 300 millones, excluida Rusia, representaba el 18 % de la población mundial, en tanto que en 1970 su peso supuso tan sólo el 12 %. En la década de los años 60, la tasa de crecimiento medio anual de la población europea es de tan sólo el 0,8 %, mientras que África en el mismo decenio registra el 2,5 % y América Latina el 2,7 %.
La tendencia general de la población europea es hacia un crecimiento bajo. Sin embargo, las tasas de crecimiento son dispares, ya que las mayores tasas de crecimiento en el decenio de los sesenta aparecen en las regiones industriales de los países avanzados y subdesarrollados. Por el contrario, en la mayor parte de los países nórdicos y en las regiones de economía agraria dominante se dan fuertes pérdidas.
Europa sigue siendo un continente de elevada densidad . En 1970, su densidad media (120 hab/km2) era cuatro veces superior a la del mundo. Sin embargo, la disparidad es notoria entre las regiones altamente industrializadas y las de economía agraria. Por otra partem, en esta década continúa el proceso concentrador de la población en grandes ciudades, de tal modo que en 1970 más de la mitad de los efectivos demográficos viven en ciudades.
De este modo, en Europa se van configurando las condiciones necesarias para que se produzcan movimientos migratorios internacionalesde trabajadores en gran escala en el marco del continente europeo; durante el decenio 1960-70 , el flujo se produce entre los países mediterráneos y los países industriales de Europa del noroeste.
El gran factor que explica estos movimientos son las razones económicas, y especialmente la búsqueda de empleo, tanto por parte de los emigrantes rurales que se dirigen a las ciudades, como de los emigrantes internacionales.
Desde 1950 y como consecuencia del cisma político, en el continente europeo se desarrollan dos campos de flujos migratorios a ambos lados del llamado telón de acero. Por una parte, los países del este, en donde los movimientos migratorios internacionales de trabajadores se producen a menor escala, como reflejo de un menor desarrollo económico que el de Europa occidental. En Europa occidental se determinan unos países de acogida (Suecia, Suiza, Francia, Alemania occidental y Bélgica) y unos países de emigración (Finlandia, Irlanda, Portugal, España e Italia).
En definitiva, estos movimientos migratorios de carácter económico se producen entre países de economía agraria dominante, de fuerte crecimiento natural y escasa industrialización, a países industrializados con escaso crecimiento demográfico.