• Asignatura: Historia
  • Autor: ara1242
  • hace 4 años

popularización del deporte a principios de 1920 linea del tiempo


romeromina0: mm

Respuestas

Respuesta dada por: enriquebraim
2

Respuesta:

La historia del deporte en Argentina se remonta a los diferentes pueblos originarios que habitaban el territorio de lo que a partir del siglo XIX sería la Nación Argentina. El pueblo mapuche, entre otros deportes, practicaba el palín, que alcanzó gran difusión entre las tribus que vivían en la región sur del actual territorio argentino, considerado el juego indígena más importante de Sudamérica.[1] Un deporte muy similar era practicado también por las culturas pilagá, toba y mocoví. Por su lado, el pueblo guaraní practicaba un deporte de pelota de goma (producto de origen americano) jugada exclusivamente con el pie, que ha sido considerado uno de los antecedentes del fútbol.[2][3]

Explicación:

espero aberte ayudado

Respuesta dada por: Alansm17
1

Respuesta:

No hay duda que por encima de otras posibles

calificaciones, podemos considerar que el siglo

XX ha sido el siglo del deporte. Con independencia de sus raíces clásicas que se remontan

a la Grecia antigua, hay que decir que su recuperación se produjo en el siglo XX a través del ideario olímpico promovido por Coubertin a partir

de la importación del modelo deportivo anglosajón a la Europa continental. Es evidente que

durante el siglo pasado -es decir, el siglo XX- el

deporte se ha convertido en un universal cultural

que se ha extendido por todas partes. El ascenso

continuo del movimiento olímpico -que reúne

más estados que la mayoría de organismos internacionales- así lo confirma. Y aunque el deporte

ha sido denigrado en más de una ocasión por

situarse al servicio del poder político -el caso de

la Olimpíada de Berlín (1936) es una buena prueba de lo que decimos-, no es menos verdad que

el siglo XX -que ha asistido de manera impasible

al desencadenamiento de dos Guerras Mundiales, sin olvidar el gran número de conflictos regionales que desgraciadamente todavía perduranpuede encontrar en el deporte una de sus aportaciones más positivas. Mejor que en el futuro recuerden el siglo XX por ser el siglo del deporte

que no por la barbarie bélica, la bomba atómica

de Hiroshima o las deportaciones que conducían

a las cámaras de gas de Auschwitz.

El deporte entró en la cultura moderna con una

clara vocación pedagógica porque, al margen de

otras posibles lecturas, parece que tal como lo

concibieron los educadores ingleses del siglo XIX

tenía una función educativa que se quiso universalizar al destacar Coubertin la potencialidad de

la Pedagogía deportiva (1922). En este sentido,

no hay duda que el deporte -definido por el mismo Coubertin como "le cuite voluntaire et

habitud de l'exercice musculaire intensif per le

désir du progrès et ne craignant pas d'aller

jusqu'au risque"-1

constituyó, desde primera

hora, un verdadero programa de regeneración

social al proclamar valores modernos como el ejercicio físico, el gusto por el aire libre, la higiene y

la camaradería, sin olvidar que el deporte era presentado como el mejor antídoto para combatir

las plagas sociales (alcoholismo, enfermedades

venéreas) que, en las postrimerías del siglo XIX,

afectaban a la juventud.2

Además, bajo la influencia de los vientos

neovitalistas el deporte promovió una plástica que

-a la larga- fue utilizada por los regímenes totalitarios para favorecer la estetización de la política. Por otra parte, la aparición de los noticiarios

cinematográficos facilitó la divulgación de las

competiciones deportivas y el estudio a cámara

lenta de las imágenes biomecánicas, que eran

analizadas detenidamente en los laboratorios por

fisiólogos y entrenadores a fin de mejorar la eficacia de los movimientos corporales (marcha,

saltos, carreras, lanzamientos, etc.). A lo expuesto, hay que añadir que la divulgación del deporte

comportó la extensión de una moral estoica que

destaca la dimensión agonística del entrenamiento y de la competición deportiva. A pesar

del peligro a las lesiones, el esfuerzo, el trabajo y

la actividad desinteresada constituían algunas de

las virtudes proclamadas por aquellos apóstoles -

nos referimos naturalmente a los pioneros que

fundaron clubes y sociedades deportivas a fines

137

del siglo XIX- que, un poco idealmente siguiendo una visión romántica de la tradición clásica,

confiaban en la capacidad reformadora del deporte. Tanto es así que la exaltación de la lucha y

del sacrificio fue presentada como un elemento

clave para la formación humana de manera que

se hizo famosa aquella expresión -a menudo mal

interpretada pero que atesora una inequívoca

voluntad pedagógica- que dice que lo más importante es, justamente, el hecho de participar

practicando el juego limpio (fairplay). En último

término, lo que forma es siempre la preparación

para la competición deportiva al margen del

resultado -positivo o negativo, derrota o victoriaque se da. Así entendía Thomas Arnold la

formación deportiva de los universitarios británicos, aquellos que competían con los remos en

las aguas del Támesis en las regatas entre Oxford

y Cambridge o aquellos otros jóvenes que corrían

en las pistas atléticas con el deseo de prepararse

para la vida, tal como puso de relieve una película

repleta de valores humanos como Carros de

fuego (1981).

Con todo, no se puede perder de vista que en la

Europa continental fue la gimnasia en primer

lugar, y el ciclismo y el atletismo más tarde, los

deportes que marcaron los mojones de un itinerario que se ha identificado con el paso de la gimnasia al deporte.3 Todo este cúmulo de circunstancias generó un proceso histórico que determinó el tránsito de la gimnasia -ejercicio típico del

siglo XIX- al deporte que fue presentado por las

vanguardias culturales y los manifiestos artísticos -y aquí el nombre de Dalí ocupa un lugar

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