Respuestas
Cuando a comienzos de agosto de 1914 estalló «la Gran Guerra», Europa no había conocido
ningún conflicto general desde el fin de las guerras napoleónicas. ¿Por qué después de un siglo
todas las grandes potencias se vieron de nuevo envueltas en una lucha «total»? Las circunstancias
de una crisis diplomática —la de julio de 1914— no bastan para explicarla. Ante todo, es necesario
tener en cuenta el estado de las relaciones internacionales en el curso de los diez años precedentes.
Entre 1904 y 1914, en cuatro ocasiones, Europa había visto surgir la amenaza de una guerra
general: en 1905-1906, con ocasión de las iniciativas tomadas por Alemania para dificultar la
expansión francesa en Marruecos; en febrero-marzo de 1909, a consecuencia de la anexión de
Bosnia-Herzegovina por Austria-Hungría; en julio-agosto de 1911, con ocasión de la nueva crisis
marroquí provocada por la política alemana; y en 1912-13, durante las dos guerras balcánicas, las
cuales habían enfrentado peligrosamente los intereses de Rusia y de Austria-Hungría. Salvo en 1907
y en 1910, la paz había estado vacilando constantemente.
¿Cuáles eran las causas profundas de esta precariedad? Por una parte, las vigorosas
manifestaciones del sentimiento nacional, bajo la forma de los movimientos protestatarios de las
«minorías nacionales», o bien de los nacionalismos expansionistas de los grandes Estados; por otra,
la rivalidad de los intereses económicos y financieros.
Estas corrientes del sentimiento nacional y estos intereses materiales habían contribuido, al
mismo tiempo que las crisis políticas, a formar las mentalidades.
Mentalidad de los jefes de Estado o de gobierno: pensaban que esta guerra general, cuatro veces
amenazadora, no tardaría en estallar. Unos la creían probable y otros necesaria (Guillermo II empleó esta
palabra en una entrevista con el rey de Bélgica en noviembre de 1913). Tenían tendencia a razonar y a obrar
como si la corriente fuera invencible. La mayor preocupación de cada uno era, pues, reforzar sus alianzas en
interés de su seguridad.
Mentalidad de los estados mayores: tenían el deber de poner su ejército y su flota en posición de
afrontar esta guerra; por lo tanto, querían aumentar los recursos en material y acrecentar los efectivos del
tiempo de paz para reducir el plazo necesario a la movilización. La carrera de armamento terrestre entre
Alemania, Francia y Rusia, y de armamento naval entre Alemania y Gran Bretaña, había sido la consecuencia de la tensión diplomática, pero también había contribuido a agravarla, pues los gobiernos, para hacer
aceptar los nuevos impuestos militares, habían sido inducidos a hacer vibrar la «cuerda» nacionalista. En esta
carrera de armamentos, el que poseía una superioridad y que sabía que esta ventaja sería tan sólo
momentánea, estaba tentado de aprovecharla. Este era el estado de ánimo del estado mayor general alemán
en 1913.
Mentalidad de los pueblos: prestaban más atención a la propaganda nacionalista que a los llamamientos
pacifistas; después de estas alarmas repetidas, iban a experimentar una resignación fatalista ante la
perspectiva de la guerra; ciertos medios pensaban incluso que, para escapar de la tensión nerviosa, sería
mejor «ponerle fin». Después de un largo período de paz —aunque una paz un tanto inquieta—, estos
pueblos no se daban cuenta de lo que iba a significar la llamada a las armas.
Era una atmósfera favorable para la explosión de un conflicto. No obstante, ¿parecía inminente esta
guerra? Ciertamente, no. En los primeros meses de 1914, la «tensión» en las relaciones internacionales era
menor que durante el año precedente. El embajador de Francia en Berlín escribía, el12 de junio: «Estoy lejos
de imaginar que en este momento haya en el aire algo que represente una amenaza para nosotros; todo lo
contrario».
Pero, quince días más tarde, el asesinato por un bosnio del archiduque heredero de Austria-Hungría,
Francisco Fernando, en Sarajevo —por consiguiente, un individuo austríaco, pero serbio por el sentimiento
nacional—, abre la crisis internacional que conducirá a la guerra europea. El gobierno austrohúngaro
reprocha al gobierno serbio una «complicidad indirecta» en el atentado, pues las armas del asesino provenían