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Preparar bebidas fermentadas puede ser una iniciativa de resultados deliciosos y sumamente gratificante. Algunas bebidas, como los refrescos de frutas, están listas para su consumo en pocos días. Otras, como el hidromiel o el vino, requieren un poco más de paciencia.
En algunas de las sencillas bebidas de este capítulo se emplea probiótico de jengibre. Se trata de un tipo de sustrato iniciador que debe prepararse, como se prepara una masa madre. Se mezclan jengibre, azúcar y agua y se deja que fermenten. Se nutre esta mezcla diariamente durante 4 o 5 días seguidos, hasta que el probiótico de jengibre esté burbujeante y tenga un intenso olor a cerveza o levadura. Si se añade esta mezcla a cualquier zumo de frutas y se deja fermentar, se cambia el sabor del zumo en cuestión y se le da un toque de efervescencia.
Llegados a este punto, conviene apuntar una advertencia: los refrescos de este tipo pueden adquirir fuerza al fermentar. Si se conservan en botellas tapadas mientras fermentan, es posible que haya que «airearlos» unas cuantas veces en las fases iniciales de la fermentación para que no acumulen demasiada presión. Cuando se abre una botella de una bebida de fermentación casera, hay que estar preparado porque lo más probable es que salga mucha espuma.
Otras bebidas de este capítulo fermentan con tipos específicos de levaduras. Estas variedades de levaduras han sido purificadas para la obtención de resultados fiables. Existen levaduras de fermentación para una amplia variedad de cervezas y vinos. Y también hay cepas de levaduras para la sidra y el hidromiel. Véase la sección Recursos en la página 151.