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Respuesta:
Dios le había dado a Adán y Eva la gracia santificante como un don transmisible a sus descendientes, a condición de que no se corrompieran por el pecado.
Pero, dado que Eva fue engañada por la serpiente y Adán quiso pecar con ella, perdieron, por el Pecado Original, la gracia santificante. Y así, en lugar de transmitir a sus hijos la gracia santificante, les transmiten más bien la ausencia de esta gracia.
Adán tenía el privilegio de transmitir a sus hijos la gracia santificante como una herencia que pasara de padre a hijos; pero como perdió esta herencia, quedan sus hijos sin recibirla. Por tanto, el pecado original en nosotros es la ausencia del derecho a la gracia santificante que hubiéramos tenido como lo tenían los primeros padres en el estado de justicia original.