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Respuesta:
Ante el temor de que la insurrección lo rebasara y porque se dio por satisfecho con la renuncia de Díaz a la presidencia de la República, Madero aceptó negociar con el gobierno porfirista el fin de la revolución. El Pacto de Ciudad Juárez, de mayo de 1911, fue el compromiso entre Madero y el régimen para frenar la guerra y nombrar un gobierno interino encabezado por un connotado porfirista –Francisco León de la Barra, a la sazón secretario de Relaciones Exteriores–, manteniendo intacto el Estado: el ejército federal, los poderes Legislativo y Judicial, el orden jurídico, los poderes estatales y locales. A cambio de la renuncia de Díaz y del vicepresidente Ramón Corral, así como del relevo de algunas gubernaturas que pasarían interinamente a manos de gente de Madero, este se comprometió a desarmar a su ejército y licenciarlo. Poco después, el líder de la revolución triunfante cambió el tono de sus pronunciamientos: había llegado la hora de la reconciliación nacional, de la unidad y de hacer a un lado la violencia y las demandas sociales. El Plan de San Luis había que olvidarlo.
Explicación:
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Ante el temor de que la insurrección lo rebasara y porque se dio por satisfecho con la renuncia de Díaz a la presidencia de la República, Madero aceptó negociar con el gobierno porfirista el fin de la revolución. El Pacto de Ciudad Juárez, de mayo de 1911, fue el compromiso entre Madero y el régimen para frenar la guerra y nombrar un gobierno interino encabezado por un connotado porfirista –Francisco León de la Barra, a la sazón secretario de Relaciones Exteriores–, manteniendo intacto el Estado: el ejército federal, los poderes Legislativo y Judicial, el orden jurídico, los poderes estatales y locales. A cambio de la renuncia de Díaz y del vicepresidente Ramón Corral, así como del relevo de algunas gubernaturas que pasarían interinamente a manos de gente de Madero, este se comprometió a desarmar a su ejército y licenciarlo. Poco después, el líder de la revolución triunfante cambió el tono de sus pronunciamientos: había llegado la hora de la reconciliación nacional, de la unidad y de hacer a un lado la violencia y las demandas sociales. El Plan de San Luis había que olvidarlo.