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Si bien la presencia judía databa al menos del siglo V, el primer gueto fue instituido en Venecia en 1516, después de la llegada masiva de refugiados judíos que habían sido deportados de la península ibérica. Fueron creados para confinar a las poblaciones hebreas de Italia que comenzaban a incrementarse con la llegada de refugiados judíos procedentes de España. Durante todo el siglo XVI los guetos se encontraban solo en ciudades del centro norte de Italia, dado que a raíz del Edicto de Granada promulgado por los Reyes Católicos y que mediante dos decretos expulsaba a los judíos de la Corona de Castilla y de la Corona de Aragón, también fueron deportadas todas las comunidades judías del sur de Italia dependientes de la Corona de Aragón.
Las características de los guetos eran bien diversas entre sí, y sufrieron grandes modificaciones con el pasar del tiempo. En algunos casos el gueto llegó a ser un barrio judío con población acomodada (como el caso de Venecia), en otros significó un empobrecimiento paulatino de la comunidad judía que albergaba (como en el caso de Roma). La principal característica de los guetos era que estaban cercados por muros o puertas, las cuales eran cerradas al anochecer y abiertas en las primeras horas del alba. Los judíos no podían adquirir terrenos fuera de los límites del gueto, y estaban obligados a vivir en él. Esto significó que en los casos de crecimiento demográfico, se construía encima del tejido urbano ya existente, incrementando la altura y densidad del barrio. En consecuencia, los guetos solían tener calles estrechas, edificaciones elevadas y una alta densidad demográfica.
Los guetos se extendieron durante el siglo XVI en el centro y norte de Italia, como consecuencia de la Cum nimis absurdum del papa Paulo IV en 1555, que creó el gueto de Roma, segregando a la comunidad judía que había vivido libremente en la ciudad desde tiempos del Imperio romano. Durante su pontificado, entre 1566 y 1572, Pío V recomendó a todos los estados de la península itálica crear guetos para segregar a los judíos, siendo las ciudades de Pisa y Livorno (en el Gran Ducado de Toscana), unas de las pocas que se negaron a hacerlo.
En Europa Central, existieron guetos en diversas ciudades como Praga, Fráncfort, Hamburgo o Maguncia; mientras que en lugares de alta concentración de población hebrea, como Lituania o Polonia, no existían guetos propiamente tales, sino barrios judíos más o menos integrados a las ciudad, por ejemplo, en Cracovia.
Los guetos fueron progresivamente abolidos y sus muros demolidos en el siglo XIX, siguiendo los ideales libertarios de la Revolución Francesa, en especial luego de las invasiones napoleónicas, las cuales además sirvieron de impulso para abolir la Inquisición. El último gueto en ser abolido en Europa Occidental, fue el de Roma en 1870, cuando el Reino de Italia conquistó la ciudad dando fin a los Estados Pontificios, transformándola en su capital.