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pesar de que este deporte tiene a un gran número de adeptos que acuden a los campos a ver a sus jugadores y a disfrutar del juego, nos hemos encontrado en muchas ocasiones, tanto dentro como fuera del campo, situaciones de violencia que empañan de manera drástica el sentido de lo que cualquier deporte, y más uno de equipo, desea transmitir.
Noticias como la muerte de un aficionado del Deportivo de La Coruña, encontrado en el río Manzanares (Madrid) hace unos días con traumatismo craneoencefálico, hipotermia y en parada cardiorrespiratoria, a causa de la reyerta entre el Frente Atlético y Riazor Blues, nos dejan a todos perplejos, y más al saber que este aficionado estaba casado y tenía 2 hijos pequeños. Es difícil de comprender porqué sigue sin erradicarse la violencia entre aficionados dentro y fuera del campo.
Tal es la agresividad de los miembros
Tal es la agresividad de los miembros pertenecientes a estos grupos, la rabia hacia los contrarios y la violencia extrema que despliegan, que cuesta entender que a día de hoy uno no pueda tener la libertad de poder elegir a qué equipo seguir sin tener miedo a estar cerca de algún fanático de estos.
Pero por desgracia este no es un hecho aislado y sí un patrón común que se ha ido desarrollando en el fútbol con el tiempo. Este tipo de actitud se suele desarrollar desde edades tempranas. La violencia en el fútbol se origina en la propia sociedad y su comportamiento; una sociedad que se expresa en las gradas con frustración, enfados y agresividad que acumulan en su vida cotidiana y que en ningún otro espacio público se permite, pues con toda lógica correrían peligro de ser expulsados del recinto.