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Respuesta:
Las decisiones juveniles son siempre azarosas. Con el paso del tiempo, uno suele atribuirle causalidades, pero en general están provocadas más por casualidad que por otra cosa. Llegué al teatro a partir de escribir narrativa, a la que llegué también de manera azarosa. Era lector obsesivo, apasionado, y en algún momento, comencé a darme cuenta que no servía para muchas cosas. En cambio en esta zona, lindera a la poesía, mi cabeza funcionaba muy bien, se ponía creativa, lo disfrutaba y, por sobre todo, recibía la aprobación necesaria. A los 20 años, recibí un premio literario y eso de alguna manera me orientó. Alguien me dijo que lo que necesitaba entrenar como narrador, eran los diálogos, y me sugirió escribirlos haciendo teatro. Entonces, pasé de escribir narrativa a escribir teatro en una especie de entrenamiento. Encontré en el teatro algo que no encontraba en la narrativa y era su condición social, de espacio compartido. La escritura tenía por un lado ese atractivo egoísta de pensarte en un rol único e irrepetible, pero de pronto te encontraras con el teatro, ese lugar donde todo se comparte, donde creces junto a otro y donde todo tiene prueba y error muy rápidamente. Y un día me di vuelta para ver dónde había quedado la narrativa y era tan lejos, tan atrás, que nunca volví. Cada tanto lo intento y en los últimos años, las redes sociales nos dan la posibilidad de ser narradores.
Explicación:
Espero que les ayude y pe sea correcto a lo que les preguntan