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Piloto devastador
En la Primera Guerra Mundial el Ejército del Aire francés concedía el título oficioso de 'as' a los pilotos que acreditaran haber derribado cinco aparatos enemigos. Los aviadores señalaban sus derribos con distintos tipos de marcas pintadas sobre el aparato (como las muescas en la culata de las pistolas en el Oeste).
El piloto norteamericano Howard Clayton Knotts había destruido ya seis aviones enemigos y, por lo tanto, se había acreditado como 'as', cuando fue, a su vez, abatido y hecho prisionero el 14 de octubre de 1918..
La gripe española
En 1918 una epidemia de gripe mató a unos 50 millones de personas en todo el mundo. Algunos científicos del bando aliado sospecharon que podía tratarse de un virus creado para la guerra bacteriológica que se les había ido de las manos a los alemanes.
Al parecer la pandemia se había originado en Asia Central (como la peste negra histórica) y se había detectado primero en el campamento de instrucción del ejército norteamericano de Fort Riley (Kansas). Soldados procedentes de ese campo trajeron la gripe a Europa.
Censurando el diccionario
La Gran Guerra fue también una guerra de propaganda en la que cualquier referencia positiva al enemigo estaba perseguida. El odio al contrario era tan vivo que muchos aristócratas ingleses de origen alemán se apresuraron a cambiar de apellido:
El espía alemán
España, siempre con el paso cambiado respecto a Europa (algunas veces para bien) no participó en la Gran Guerra, pero eso no quiere decir que no sintiera sus efectos. Los españoles se dividieron en dos equipos, aliadófilos y germanófilos, que se hacían una guerra incruenta en los cafés, aunque a veces algunos llegaban a las manos.
Un buen día, o malo, según se mire, se presentó en el pueblo el académico Enrique Romero de Torres, hermano de Julio, el famoso pintor cordobés. Don Enrique, que había sido comisionado por el Ministerio de Instrucción Pública para realizar el catálogo artístico de la provincia de Jaén.
El químico de la muerte
En tiempo de paz, el científico pertenece a la humanidad, pero en tiempo de guerra pertenece a su país
Palabras de Haber
Desde al menos el último tercio del siglo XIX, los alemanes estaban a la cabeza del mundo en industria química. Uno de los más famosos químicos germanos, el judío Fritz Haber obtuvo el Premio Nobel de Química del año 1918 por su desarrollo de la síntesis del amoniaco.
El hedor de las trincheras
Los visitantes del Imperial War Museum de Londres se sorprenden cuando, al descender al sótano donde se reproduce la vida de las trincheras, reciben una tufarada a carne podrida que a los más sensibles los hace recular y omitir la visita a esa parte del museo.
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Segundo Sumario
Imagen de soldados en la batalla de Marne.
La guerra de las abejas
La única colonia alemana que resistió hasta el final de la guerra fue el África Oriental Alemana defendida por el coronel Paul Emil von Lettow-Vorbeck.
El 4 de abeja inglesa nunca se dejaría manipular para intervenir en asuntos ajenos.
Las cifras pavorosas
Las guerras antiguas se decidían con unos pocos miles de muertos. La Gran Guerra fue una guerra de potencias industriales muy pobladas en las que se derrochó sangre y material. Sus cifras resultaron tan pavorosas y desacostumbradas que se pensó que sería la última de las guerras. Participaron en ella, en números redondos, más de 65 millones de combatientes de 30 países de los cuales murieron unos 10 millones (seis de los aliados y cuatro de los imperios centrales).
Madrinas de guerra
Para elevar la moral del soldado, el ejército francés favorecía la institución de «madrinas de guerra», corresponsales voluntarias que escribían al amadrinado largas cartas y, sobre todo, que recibían sus confidencias y desahogos. La redacción de una carta
La institución de las madrinas de guerra se transmitió a España durante las guerras de Marruecos e inspiró a Miguel Mihura una comedia en dos actos, 'La madrina de guerra', estrenada en 1922.
La espía Mata Hari
Segundo Sumario
Imagen de archivo de la espía alemana
La espía más famosa de la gran guerra fue una chica holandesa llamada Margaretha Geertruida Zelle, aunque mucho más conocida por su nombre artístico de Mata Hari. Hija de un oficial holandés y una javanesa, había cumplido ya los 40 pero, aunque era más bien feílla, conservaba una envidiable figura.
La chica se hacía pasar por princesa de Java y se ganaba la vida como bailarina exótica de 'striptease'. Su sensual versión de la danza de los siete velos, que la dejaba al final desnudita como una bandeja de plata, levantaba relinchos entre el público masculino y era muy aplaudida en los cabarets de París.