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Según Vargas Llosa, este bello relato condensa admirablemente la interpretación arguediana de la cultura andina. El cuento irradia una rica gama de símbolos y significados sobre lo que Arguedas quería ver en el mundo andino: una cultura que ha preservado su entraña mágico religiosa ancestral y que extrae su fuerza de una identificación con una naturaleza animada de dioses y espíritus que se manifiestan a través de la danza y el canto.
El encanto del relato está en la envoltura realista que tiene la fantástica historia. El espíritu del dios montaña que ha escoltado siempre al danzante infundiéndole la sabiduría de su arte se corporiza en forma de un cóndor, al que la mujer de Rasu-Ñiti, sus músicos y Atuq Sayku ven aletear sobre la cabeza del agonizante, mientras éste ejecuta los últimos pasos y tiene poéticas visiones. Ver a ese 'espíritu' es un atributo espiritual, que sólo algunos han alcanzado; las hijas del bailarín, por ejemplo, no tienen aún la "fuerza" necesaria para lograrlo. Todo el amor de Arguedas por la vida en forma de programado ritual se hace evidente en esta agonía, representada como ceremonia de rígidas reglas que todos conocen y respetan. El narrador, […] para instruir al lector sobre el significado mítico y religioso de lo que está ocurriendo, desvela, al mismo tiempo que cuenta la muerte del dansaq’, las presencias secretas —espíritus materializados en precipicios, toros áureos, cascadas o pájaros— que mueven los músculos y deciden los movimientos de los bailarines, animan los compases de la música y, en última instancia, tejen y destejen los destinos humanos, en este mundo mágico y sagrado, inmunizado contra el tiempo y la historia.
GéneroCuento
IdiomaEspañol
EditorialCamino del Hombre
Taller de Artes Gráficas Ícaro.
CiudadLima
País Perú
Fecha de publicación 1962
Formato Libro
(y reimpreso en recopilaciones)
El encanto del relato está en la envoltura realista que tiene la fantástica historia. El espíritu del dios montaña que ha escoltado siempre al danzante infundiéndole la sabiduría de su arte se corporiza en forma de un cóndor, al que la mujer de Rasu-Ñiti, sus músicos y Atuq Sayku ven aletear sobre la cabeza del agonizante, mientras éste ejecuta los últimos pasos y tiene poéticas visiones. Ver a ese 'espíritu' es un atributo espiritual, que sólo algunos han alcanzado; las hijas del bailarín, por ejemplo, no tienen aún la "fuerza" necesaria para lograrlo. Todo el amor de Arguedas por la vida en forma de programado ritual se hace evidente en esta agonía, representada como ceremonia de rígidas reglas que todos conocen y respetan. El narrador, […] para instruir al lector sobre el significado mítico y religioso de lo que está ocurriendo, desvela, al mismo tiempo que cuenta la muerte del dansaq’, las presencias secretas —espíritus materializados en precipicios, toros áureos, cascadas o pájaros— que mueven los músculos y deciden los movimientos de los bailarines, animan los compases de la música y, en última instancia, tejen y destejen los destinos humanos, en este mundo mágico y sagrado, inmunizado contra el tiempo y la historia.
GéneroCuento
IdiomaEspañol
EditorialCamino del Hombre
Taller de Artes Gráficas Ícaro.
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