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Dicen que dicen...que en el noreste, más precisamente en las proximidades del río Uruguay vivía un cacique cuya valentía traspasaba las márgenes de su territorio
Este aguerrido hombre contaba entre sus bienes más preciados a Ñeambiú, su hermosa y única hija.
La jovencita guardaba un profundo secreto en su corazón, en él florecía un amor por un joven al que su padre había hecho prisionero.
El apuesto guerrero pertenecía a otra tribu, la de los tupíes.
Ñeambiú y Cuimaé por muchas lunas guardaron el secreto que encerraban sus corazones pero una noche alguien los descubrió y pusieron en al cacique en conocimiento de los hechos.
Como era de esperar, el cacique al enterarse negó el consentimiento para que ellos se mantuviesen juntos.
La joven le rogó a su madre que interviniese, pero ella fiel a su esposo, tampoco consintió.
Ñeambíú estaba desesperada lloraba copiosamente por no poder compartir con su amor con quien había elegido y decidió refugiarse en el monte.
Al percatarse de su ausencia otros jóvenes que habían sido confidentes de su frustrado amor decidieron salir en su búsqueda para rogarle que volviese al hogar.
Por más que le suplicaron, Ñeambiú se negó rotundamente a regresar, es más, sin que fuesen capaces de evitarlo, la muchacha se internó en el corazón más profundo del monte, donde reinaba Caá Porá, un monstruo espantoso , tanto que con sólo mirar a los ojos lograba que el futuro del infortunado fuera horroroso.
Mientras tanto Cuimaé seguía prisionero .Los amigos de Ñeambiú una y otra vez volvían en su búsqueda, ella impasible los escuchaba ellos una y otra vez oían los relatos de los anhelos frustrados de la muchacha y aunque ellos volvían a invitarla a regresar a la comunidad, ella jamás accedió.
Al advertir que el corazón de la joven no lograba conmoverse y desistir de su decisión no tuvieron más remedio que darle la mala noticia, y sin más le anunciaron la muerte de su mejor amiga, sin embargo ella no derramo ni una lágrima. Con la sucesión de las lunas otras malas noticias fueron llevadas hasta ella, la peor tal vez que sus padres habían abandonado este mundo, pero ella no se inmutó, no mostró angustia ni llanto. Ella permanecía como si fuera de piedra.
El chamán de su tribu era Aguará Payé, cuando ella lo vio aparecerse supo que traía muy malos designios. Aguará Payé se acerco a ella y casi deletreando el nombre de Cuimaé ha muerto.
De repente, la llovizna se convirtió en helados copos blancos, un frio intenso parecía llegar desde el más allá y el monte todo se oscureció, ella dejó escapar el lamento más lastimero que jamás se haya escuchado, entonces su cuerpo fue metamorfoseándose hasta transformarse en un pájaro, el urutaú.
Los amigos de Ñeanbiú que acompañaban al hechicero uno a uno fueron convirtiéndose en sauces cuyas ramas desprovistas de hojas se alzan al cielo como suplicando, entonces el urutaú alza un vuelo corto y va a posarse sobre las ramas donde llora eternamente por su eterno amor.