Respuestas
Respuesta:os espacio de convivencia forzosa y de ocasionales enfrentamientos de distintos grupos étnicos, de individuos de distintos niveles socioeconómicos y de concepciones vitales dispares y aún antagónicas. El patrón uniformador de la moral cristiana y de la educación humanista penetró hasta cierto punto en las conciencias e impuso modelos universales de conductas y creencias, pero sin dejar de mantener la convicción de la diversidad de gentes y culturas, que invariablemente tendía a aplicar categorías valorativas.
Los dogmas religiosos y las virtudes ensalzadas por el discurso piadoso eran idénticos para todos los novohispanos, pero nadie esperaba que su cumplimiento implicase similares obligaciones para los poderosos y para los desposeídos, para los cristianos viejos y los neófitos, para los propietarios y para sus esclavos y servidores. El orden colonial no dejaba espacio para pretensiones igualitarias; los señores debían identificarse inequívocamente como tales y los indios y gente de color tendrían que mostrar, sin ambigüedades, su condición de vasallos sumisos. De ahí que el lujo, la ostentación y la opulencia fueran una necesidad social y no simple vanidad ocasional de individuos aislados.
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En la sociedad barroca, el parecer noble, honrado, rico y poderoso, era casi tan importante como serlo en realidad. Era lógico, pues, que hombres y mujeres dedicasen sus mejores esfuerzos a engalanar sus casas y personas, de modo que pudieran exhibir cuanto las identificaciones como pertenecientes al grupo privilegiado; los signos externos de distinción adornaban sus viviendas, sus vehículos y sus personas. Precisamente la preocupación exacerbada por el cultivo de las apariencias dio motivo a los escritores de la época para lanzar severas críticas y para reflexionar sobre la futilidad de los bienes terrenos y el loco girar de la rueda de la fortuna, que de momento elevaba a alguien hasta la cumbre para hacerlo descender al día siguiente.
Explicación:3