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Respuesta:
Una fusión de ritualidad y fe católica se manifiesta en la comunidad originaria del cabildo indigenal, segmento social que cada dos de noviembre se reúne en la capilla para orar por aquellos fieles que han concluido con su vida terrenal y que se encuentran en estado de purificación en el purgatorio.
Es una forma de propagar la creencia ancestral sobre todo en el pueblo mojeño trinitario, una forma de apaciguar a los muertos más recientes que, según la creencia, vagan todavía por la tierra sin encontrar lugar de reposo.
El banquete preparado por la comunidad católica, está en base a pollo criollo sancochado, ave que es sacrificada por asfixia, se lo coloca en el plato con la vista mirando hacia arriba con el fin que cante para que San Pedro reciba el alma del difunto.
Aparte del pollo, las personas agregan carne de res sancochada, queso, biscocho, pan de arroz, huevo, tutumas con chicha de maíz y una vela encendida que representa la luz del mundo.
Según la comunidad católica, la celebración se basa en la doctrina de que las almas de los fieles, a tiempo de morir, no han sido limpiadas de pecados veniales o que no han hecho enmiendas a transgresiones del pasado, por lo tanto no pueden alcanzar la Visión Beatífica.
En la junta originaria pervive la creencia que en el Día los Difuntos, las almas vuelven a las casas donde antes vivían y participan de la comida de los vivientes.
“Nosotros en la familia para esta fecha, acostumbramos a dejar una tutuma con chicha en la mesa y al otro día aparece mermada. Es una prueba fiel de que los muertos regresan con sus familiares”, acotó una abadesa del cabildo.
Rubén Yuco, corregidor del Cabildo Indigenal de Trinidad, manifestó que es muy importante para el pueblo mojeño, estar en contacto con los difuntos, día en que ellos escuchan, por ello que se pide al señor que los perdone de sus pecados terrenales.
Precisó que a través del olor y sabor del alimento, se envía el mensaje a los difuntos para que ellos lo reciben y se alivien en su estado de purificación
Explicación:
Una fusión de ritualidad y fe católica se manifiesta en la comunidad originaria del cabildo indigenal, segmento social que cada dos de noviembre se reúne en la capilla para orar por aquellos fieles que han concluido con su vida terrenal y que se encuentran en estado de purificación en el purgatorio.
Es una forma de propagar la creencia ancestral sobre todo en el pueblo mojeño trinitario, una forma de apaciguar a los muertos más recientes que, según la creencia, vagan todavía por la tierra sin encontrar lugar de reposo.
El banquete preparado por la comunidad católica, está en base a pollo criollo sancochado, ave que es sacrificada por asfixia, se lo coloca en el plato con la vista mirando hacia arriba con el fin que cante para que San Pedro reciba el alma del difunto.
Aparte del pollo, las personas agregan carne de res sancochada, queso, biscocho, pan de arroz, huevo, tutumas con chicha de maíz y una vela encendida que representa la luz del mundo.
Según la comunidad católica, la celebración se basa en la doctrina de que las almas de los fieles, a tiempo de morir, no han sido limpiadas de pecados veniales o que no han hecho enmiendas a transgresiones del pasado, por lo tanto no pueden alcanzar la Visión Beatífica.
En la junta originaria pervive la creencia que en el Día los Difuntos, las almas vuelven a las casas donde antes vivían y participan de la comida de los vivientes.
“Nosotros en la familia para esta fecha, acostumbramos a dejar una tutuma con chicha en la mesa y al otro día aparece mermada. Es una prueba fiel de que los muertos regresan con sus familiares”, acotó una abadesa del cabildo.
Rubén Yuco, corregidor del Cabildo Indigenal de Trinidad, manifestó que es muy importante para el pueblo mojeño, estar en contacto con los difuntos, día en que ellos escuchan, por ello que se pide al señor que los perdone de sus pecados terrenales.
Precisó que a través del olor y sabor del alimento, se envía el mensaje a los difuntos para que ellos lo reciben y se alivien en su estado de purificación