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Respuesta:
A primera vista, parece existir una tensión casi indisoluble entre los derechos humanos y la democracia. Los derechos humanos otorgan derechos a individuos, grupos y minorías como protección contra la mayoría. Por otra parte, democracia implica el gobierno de la mayoría. ¿Pueden, por lo tanto, ser reprimidos derechos y libertades individuales en nombre de la democracia y apelando a la soberanía del pueblo? ¿Son “antidemocráticos” los tribunales que cuestionan decisiones de las mayorías parlamentarias argumentando con los derechos humanos y la protección de las minorías? Con esa forma de contraponer la democracia a los derechos humanos, la mayoría a la minoría, tal como es practicada por regímenes autoritarios y propagado en parte bajo la etiqueta de democracia antiliberal, se ignora que la protección de los derechos humanos no es un obstáculo, sino una condición funcional de una democracia sostenible. Los derechos humanos garantizan elecciones libres y justas en condiciones de igualdad política. Los derechos humanos garantizan una comunicación abierta y un proceso libre de formación de opinión. Los derechos humanos aseguran la aplicación de las decisiones tomadas democráticamente y hacen, por lo tanto, que el régimen democrático tenga efectividad. Por último, al limitar el poder de la mayoría, los derechos humanos permiten que los individuos y las minorías acepten las decisiones de la mayoría democráticamente legitimada: la democracia ofrece a la minoría la perspectiva de convertirse en mayoría. Los derechos humanos garantizan a los individuos que sus intereses serán protegidos, aunque no pertenezcan a la mayoría. Del mismo modo que los derechos humanos tienen más posibilidades de prosperar en una democracia, un régimen democrático sostenible es inconcebible sin el respeto, la protección y el cumplimiento de los derechos humanos. Los derechos humanos y la democracia no son antípodas, sino que se condicionan mutuamente para lograr el éxito de una comunidad política. En su interacción, permiten al individuo llevar una vida autodeterminada individual y colectivamente. La protección y materialización de los derechos humanos es, por lo tanto, un proyecto genuinamente democrático.
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