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Hablar de educación en valores siempre resulta complicado, ya que para muchos no deja de ser una asignatura costura y no es dimensionada como un componente fundamental en el quehacer diario de la escuela además de convertirse en el reiterativo caballito de batalla entre padres y docentes a la hora de cuestionarse o buscar soluciones a las diferentes problemáticas que enfrentan nuestra juventud.
Si somos conscientes, el objetivo de formar a los niños y jóvenes como personas morales es cada vez más difícil, ya que parece entrar en contravía a los valores modernos de nuestra sociedad, plagada de materialismo, poca solidaridad, mucha indiferencia y que proporciona una serie de “contravalores” a través de las múltiples alternativas de comunicación que la sociedad del conocimiento brinda.
A lo que hay que añadir que el propio valor de la educación escolar parece cada vez menor (cuestionadas su utilidad económica y la necesidad de esforzarse para ser “alguien de provecho”) al tiempo que más conflictivas son las relaciones escolares (pérdida de autoridad del profesor, fenómenos de violencia escolar, etc.).
Tampoco ayudan a mejorar la situación los planteamientos simplistas que derivan a la escuela cualquier problema social para que sea prevenido por ella. De allí que es importante que se incluyan y trabajen explícitamente una serie de valores que permitan convivir en sociedad y desarrollarse integralmente, pero esto no debe suponer instrumentalizar a la educación escolar en una entidad reeducativa que reemplace la tarea de los padres de familia.
“Para cumplir este fin es importante que la escuela tenga en cuenta que una de las tareas primordiales es darle sentido a la comunidad como una herramienta de construcción ciudadana”.
Para cumplir este fin es importante que la escuela tenga en cuenta que una de las tareas primordiales es darle sentido a la comunidad como una herramienta de construcción ciudadana.
Sentirse responsable de la comunidad, de todos y cada uno de sus miembros, es fundamental en la escuela, ya que todos estamos para servir, para respetar a las personas, aunque estas tengan sus tareas o poca cultura, sin manipulación, sin maltrato y teniendo siempre una actitud fundamental de cara al proceso de crecimiento y madurez de estas.
Cultivar en los espacios educativos las relaciones comunitarias, con sencillez y naturalidad es una manera de transformar la sociedad, de construir espacios más justos, más humanos, donde la indiferencia no sea la protagonista y donde siempre se piense en colectivo como catapulta que impacte positivamente en la transformación de la calidad de vida
-PalabraMaestra