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Uno de los principales errores enseñados en el curso de la Revolución Francesa es que hasta 1789, Europa era un continente gobernado por monarcas absolutos. Según esta versión histórica, sólo después del levantamiento francés aparecieron en otros países movimientos liberales o republicanos exitosos. De hecho, en 1789, varios países europeos tenían sistemas políticos y culturas muy diferentes a la monarquía. El más claro es Gran Bretaña, el enemigo número uno de Francia. En 1642, el Parlamento británico siempre utilizó los estándares de la época para representar a la parte generosa de su sociedad, y se opuso públicamente a las intenciones de tiranía del rey británico Charles Stuart. Este proceso se sumió en una guerra civil y, de hecho, con el establecimiento de una nueva dinastía, la guerra civil finalmente alcanzó su punto álgido en 1688.