• Asignatura: Historia
  • Autor: hillaryfiguereo12
  • hace 4 años

Reproduce un dialogo de algunos de los trinitarios, en su lucha por la independencia.​

Respuestas

Respuesta dada por: yatsumeGg27
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Respuesta:

HIDALGO.-  ¡Oh señor de Iturbide! Cuánto tiempo ha que deseaba tener una entrevista con usted; pero lo eterno de estas regiones y otras atenciones precisas, me habían privado de la satisfacción que hoy tengo.

ITURBIDE.-  Para mí es harto satisfactorio el conocer a usted, señor cura.

HIDALGO.-  Vaya, sentémonos bajo este copado fresno, y conferenciemos tranquilamente sobre los acaecimientos políticos de nuestra América.

ITURBIDE.-  Sea enhorabuena, usted por aquí.

HIDALGO.-   Por cualquier parte estaremos bien, pues que entre los muertos no se conocen las distinciones de los vivos. Dígame usted ¿en qué estado dejó mi obra a su llegada a estos lugares?

ITURBIDE.-  ¿De qué obra me habla usted?

HIDALGO.-  De cuál ha de ser, de la Independencia de la América.

ITURBIDE.-  ¡Oh!, ésa no fue obra de usted sino mía. Usted no hizo otra cosa que alborotar la jicotera sin poder llevar al cabo la empresa, cuando yo lo hice todo en siete meses.

HIDALGO.-  Nunca le negaré a usted la gloria que merece por la política de su Plan, y lo activo e infatigable que fue en ejecutarlo; pero ciertamente ya hice más que usted.

ITURBIDE.-  Creo que se equivoca usted, señor cura. El labrador que tira la semilla en el campo y el arquitecto que zanja los cimientos de un edificio nada hicieron si sólo hicieron eso. El que cultivó su semilla; hasta su cosecha y el que levantó el edificio hasta hacerlo habitable, ésos lo hicieron todo; y eso puntualmente pasó entre usted y yo. Usted sembró la semilla o zanjó los cimientos y nada más; yo reuní la opinión y lo hice todo. Diga usted, ahora, ¿quién aparecerá más grande en la historia de la América, Hidalgo o Iturbide?

HIDALGO.-  Sin que parezca alabanza propia, creo que Hidalgo, y oiga usted las razones. Cuando emprendí esta grande obra, era un cura decrépito, sin dinero, sin conocimientos militares, en medio de un reino demasiadamente ignorante de sus derechos, supersticioso, ocupado por todo por los españoles, y yo, además, perseguido por ellos, una vez descubiertos mis planes en Querétaro. De esta manera y en tan angustiadas circunstancias, pronuncié en el pueblo de Dolores la sonora voz de libertad con un puñado de paisanos, y sembré la primera semilla de aquella heroica virtud, a quien usted mismo debió su engradecimiento y el Septentrión su desenlace de la España.

Esto fue lo que yo hice, cuando usted, joven, acreditado militar, coronel del regimiento de Celaya, con resortes, dinero y amigos, se encontró con la opinión bien cimentada y aun apoyada por las prensas en España y América, y se decidió por nuestra causa. Es verdad que usted tuvo la gracia imponderable de reconcentrar esa opinión que estaba diseminada en todas las clases del Estado y que, aunque más tarde se habría reunido sin su auxilio, sin embargo la anticipación que usted le dio economizó mucha sangre que se debía haber derramado, cuya gloria a usted no se le debe defraudar, y la generosidad americana siempre recordará en su historia con la más tierna gratitud esta singular acción de usted. Pero no obstante esto, ¿quién de los dos hizo más, yo que sin auxilios ningunos sembré la semilla de la libertad y regué con mi sangre el campo árido, estéril y lleno de malezas; o usted que sobrado de auxilios no hizo más que juntar los frutos producidos por la semilla que sembré y mi sangre con que la cultivé? A esto debe usted agregar que siempre hubo menester el favor de los insurgentes, tales como Guerrero, Bravo, Alquisiras, el Pachón, etcétera, sin cuyos socorros oportunos acaso habría sido víctima del gobierno español; pues aunque se dice que este Apodaca, Fernando VII y los padres de la Profesa estaban de acuerdo con usted para hacer una aparente independencia, téngolo por vulgaridad. Lo primero porque el Borbón jamás había de decirle a Apodaca: «Di a los americanos que se llamarán independientes, con tal de que no los mande un virrey, sino un rey de mi dinastía que yo les enviaré». Tal disparate no cupiera en la mollera de un frenético.

Explicación:

espero te ayude:)

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