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Últimamente os mando y encargo que todos estos cuadernos no salgan de vuestras manos, porque no se hagan el objeto de la maledicencia de los necios o de los inmorales. Pero si teneís la debilidad de prestarlos alguna vez os suplico: no los presteis a esos señores, ni a las viejas hipócritas, ni a los curas interesados y que saben hacer negocio con sus feligreses vivos y muertos; ni a los medicos y a los abogados chapuceros, ni a los escribanos agentes relatores y procuradores ladrones ni a los comerciantes usueros, ni albaceas herederos, ni a los padres y madres indolentes en la educación se su familia; ni a los beatas necias y supersticiosas, ni a los jueces venales, ni a los corchetes picaros, ni a los alcaldes tiranos; ni a los poetas y escritores remendores como yo. Ni a los oficiales de la guerra y soldados fanfarrones y hazareños, ni a los ricos avaros, necios, sobervios y tiranos de los hombres, ni a los pobres que son flojera intilidad o mala conducta, ni a los mendigos fingidos; ni los presteís tampoco a las muchachas que se alquilan que se alquilan, ni a las mozas que se corren, ni a las viejas que se afeitan. ni pero va larga esta lista.