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Los países europeos decidieron castigar duramente a Alemania por su papel en la Primera Guerra Mundial, un acuerdo que pronto atormentaría al mundo.
El 28 de junio de 1919, a las afueras de París, los dignatarios europeos se congregaron en el Palacio de Versalles para firmar uno de los tratados más odiados de la historia. El Tratado de Versalles puso fin formalmente a la Primera Guerra Mundial y, al mismo tiempo, sentó las bases de la Segunda Guerra Mundial. Aunque fue precedido de una conferencia de paz que duró más de un año, no gustó a ninguno de los países firmantes.
Más de 65 millones de personas habían combatido en la Primera Guerra Mundial, que se cobró la vida de más de 8,5 millones de miembros del ejército y de al menos 6,6 millones de civiles. La guerra diezmó tierras agrícolas, ciudades y campos de batalla de toda Europa. Y, según muchos, Alemania fue la culpable. A pesar de que los historiadores contemporáneos aún están divididos respecto a quién fue el responsable de la Primera Guerra Mundial, el tratado culpó y castigó a Alemania.
Del idealismo al castigo
Durante la Primera Guerra Mundial, el presidente Woodrow Wilson había propuesto los Catorce Puntos, un plan de paz mundial que incluía fundar una asociación de naciones para garantizar la seguridad en Europa e impedir que los países firmasen tratados secretos de protección mutua. Gran parte de ese plan idealista se hundió durante las negociaciones cuando las otras naciones aliadas centraron sus prioridades en las reparaciones.
El propio tratado se basó en culpar a Alemania de la guerra. El documento quitó a Alemania el 13 por ciento de su territorio y una décima parte de su población. La región de Renania fue ocupada y desmilitarizada, y la nueva Sociedad de las Naciones se apropió de las colonias alemanas. El ejército alemán quedó reducido a 100.000 hombres y se prohibió que el país reclutase soldados. Se confiscó la mayor parte de sus armas y su armada se quedó sin grandes buques. Alemania fue obligada a someter a juicio a su emperador, Guillermo II, por crímenes de guerra. Y el tratado exigía que Alemania pagara 269.000 millones de marcos de oro, el equivalente a 33.000 millones de euros.
Los líderes europeos firmaron el tratado en la Galería de los Espejos del Palacio de Versalles, el lugar mismo donde se había creado el Imperio alemán y donde el padre de Guillermo II había sido coronado emperador en 1871. Supuso una bofetada para Alemania, cuyos residentes consideraron la famosa cláusula de «culpabilidad de la guerra» una humillación. (Estados Unidos no ratificó el tratado por la división política entre demócratas y republicanos.)
Las consecuencias del tratado
Aunque existía un deseo real de paz tras la desastrosa guerra, el tratado no logró los efectos esperados. Furiosos por lo que consideraban un duro diktat (una paz impuesta), los políticos alemanes de derechas utilizaron el tratado como punto de encuentro nacionalista. Las abrumadoras reparaciones y pagos redujeron la producción industrial del país y otras fuerzas provocaron hiperinflación en los años 20, que desempeñó un papel en la inestabilidad económica de la Gran Depresión.
Los líderes europeos no estaban satisfechos con el mapa redibujado de Europa y las concesiones que había hecho cada uno en nombre de una paz incómoda, ya que algunos estaban decepcionados por que Alemania no hubiera sido tratada con más dureza aún.
En 2010, 99 años después de que entrara en vigor el Tratado de Versalles, Alemania acabó de pagar el último plazo de su deuda de guerra. Para entonces, llevaban a sus espaldas otra guerra mundial. En la actualidad, el Tratado de Versalles sigue siendo un estudio de cómo, en lo que respecta a la guerra, las consecuencias inesperadas pueden anular hasta las mejores intenciones.