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Sin embargo, su aspecto negativo es que las proporciones y la velocidad de la innovación técnica en este ámbito (impulsada por nuestro deseo ilimitado de disponer de tecnología de la próxima generación), unidas a la popularización a escala mundial de estos dispositivos de bajo costo (la tasa de penetración de los teléfonos móviles se sitúa en el 96%), han generado una montaña de desechos electrónicos que no deja de crecer. De los 50 millones de toneladas (incluidos los frigoríficos, las computadoras, las computadoras portátiles, los teléfonos móviles, las consolas de juego, los equipos de música y los televisores) que se generan cada año en el mundo, únicamente se recicla entre un 15% y un 20%. Buena parte de los desechos electrónicos restantes acaban en países en desarrollo en los que, a menudo, su reciclado corre a cargo del sector informal, que se sirve de métodos rudimentarios que conllevan riesgos importantes para el medio ambiente y para la salud de la población local.
Además de los imperativos ambientales y de salud ligados a la eliminación responsable de los desechos electrónicos, esta resulta aconsejable desde un punto de vista económico. Los desechos electrónicos constituyen otra fuente de metales de base y metales nobles, lo que los convierte en un producto valioso. (Fotografía: Panos/Jacob Silberberg).
Los desechos electrónicos: una mezcla compleja
A diferencia de otros tipos de desechos municipales, los desechos electrónicos contienen una mezcla compleja de materiales peligrosos y muy tóxicos y metales nobles con valor económico. Habida cuenta de que es posible encontrar hasta 60 elementos de la tabla periódica en los aparatos electrónicos complejos, se necesitan tecnologías sofisticadas para su tratamiento, a fin de lograr recuperar la mayor cantidad posible de esos recursos valiosos, reduciendo al máximo los efectos sociales o ambientales negativos. Todo ello plantea dificultades a los recicladores, pero también les brinda oportunidades.
La lista de sustancias tóxicas comprende el cadmio (Cd), presente en los tubos de rayos catódicos (TRC) de los monitores de las computadoras, y el mercurio (Hg), utilizado en las pantallas planas, además del plomo (Pb), el berilio (Be), los pirorretardantes bromados, los policlorobifenilos (PCB) y los plásticos, incluidos el policloruro de vinilo (PVC) usado en la fabricación de cubiertas, cableado y conectores. En el último decenio, los riesgos para la salud y el medio ambiente que entraña la eliminación de los desechos electrónicos, y el volumen cada vez mayor de estos, han llevado a los encargados de formular las políticas a centrarse en la adopción de prácticas más responsables para su eliminación.
Además de los imperativos ambientales y de salud ligados a la eliminación responsable de desechos electrónicos, esta resulta aconsejable desde un punto de vista económico. Cada vez está más extendida la opinión de que los desechos electrónicos representan un producto valioso. Los dispositivos electrónicos constituyen otra fuente de metales de base como el cobre (Cu) y el estaño (Sn); de metales especiales como el cobalto (Co), el indio (In) y el antimonio (Sb); y de metales nobles como la plata (Ag), el oro (Au), el paladio (Pd) y el platino (Pt). Aunque las cantidades usadas en cada dispositivo son pequeñas (por ejemplo, se utilizan 250 mg de plata en un teléfono móvil), si se piensa que las ventas mundiales de teléfonos móviles se sitúan en cientos de millones, son evidentes los beneficios económicos que pueden reportar la recuperación y el reciclado de los teléfonos móviles y otros dispositivos eléctricos y electrónicos desechados u obsoletos.