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Una de las características de las zonas de clima árido y semiárido es la baja disponibilidad de agua, cuantificada a base de la precipitación media anual, en relación con la evaporación de un área geográfica determinada. Cuando esta relación es menor a 0,65 se considera zona de clima árido y semiárido. Los factores que inciden en esta alta evaporación son la radiación solar incidente, la presión de vapor del aire, gran fluctuación de temperaturas diurna/ nocturna y la velocidad del viento. Los suelos de estas zonas son variables en profundidad, textura, pH, conductividad eléctrica y fertilidad, siendo frecuente los suelos con perfil incipiente o poco desarrollado. Estos suelos acumulan sales solubles cuya distribución, composición y concentración depende de las características y flujo del agua en el perfil. En zonas con baja precipitación, la evaporación del agua deja en el suelo sales que, al no ser disueltas y redistribuidas, generan la salinización de los suelos. Los suelos de zonas áridas y semiáridas acumulan carbonato y la tasa de infiltración del horizonte cálcico depende del contenido de carbonato. La productividad de estos suelos depende de la capacidad de retención de agua, textura, profundidad y contenido de materia orgánica.
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