• Asignatura: Historia
  • Autor: katiaa91
  • hace 4 años

tradiciones de los campesinos :v​

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Respuesta dada por: pricesajogy26
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Corrían los primeros años de la última década del siglo pasado cuando en Venezuela se aprobó la Ley Penal del Ambiente. Este nuevo cuerpo normativo levantó grandes expectativas entre los ecologistas de Venezuela, pero entre la población campesina se difundió el temor a las durísimas sanciones con que la ley amenazaba castigar ciertas actividades cotidianas (la caza, el desmonte) que ellos habían practicado durante generaciones enteras y que eran parte esencial de sus tradiciones y cultura.

 

Un viejo amigo me invitó a visitar una pequeña comunidad rural enclavada en las montañas de las serranías de Baragua y Ciruma, zona agreste de difícil acceso que constituye la frontera entre los estados Falcón, Lara y Zulia, para explicar a un grupo de familias de la zona los contenidos y el alcance de la mencionada ley. Desde la entrada de Puricaure en el estado Lara, salimos temprano en la mañana en un viaje que se prolongó por cerca de seis horas, lapso que se hizo corto por la exuberante belleza de los paisajes naturales que se iban sucediendo ante nuestros ojos.

 

Llegamos a nuestro destino pasadas las doce del día. El ir y venir de las mujeres en los fogones de la cocina anunciaban que, en cumplimiento de las sagradas costumbres y leyes de la hospitalidad, a las que nunca faltan las familias campesinas, se disponían a invitarnos a almorzar. El almuerzo consistió en arepas zarazas (un tipo de arepa elaborada con maíz cariaco fresco, no tan suave como para hacer cachapas pero tampoco tan duro como para hacer arepas normales), sopa de gallina recién sacrificada, chicharrones de báquiro (pecarí) cazado la noche anterior,  huevos fritos con una yema de un intenso color, casi rojizo, cuajada fresca, caraotas refritas, suero de leche picante y un delicioso queso de año, pintado con una mezcla de borra de café, onoto y ajíes picantes molidos que le daban un intenso aroma y sabor que a mí me recordó al queso parmesano.

 

Aquella fue una de las más exquisitas comidas que yo he probado en toda mi vida, y no puedo evitar rememorarla cada vez que en algún restaurante colocan frente a mí una comida de esas que parecen un arreglo floral japonés, con rayitas de salsa por los lados, de un gusto generalmente gris y simplón y de un valor nutritivo discutible en el mejor de los casos.

 

Toda comida conlleva una vinculación con el entorno; cuando consumimos plástico saborizado, tejidos animales de desecho saturados de sales preservantes, bebidas elaboradas con compuestos químicos tóxicos y colorantes, comida industrial llena de saborizantes, antibióticos y metales pesados, verduras que rezuman plaguicidas y herbicidas, el resultado no puede ser otro que la enfermedad y la degradación de nuestra existencia. El combustible alimentario alcanza su mayor eficiencia en la forma en que nos lo suministra la naturaleza, pues la energía proveniente de alimentos naturales en estado puro es la que necesitan los cuerpos en estado puro.

 

El acto de comer nos relaciona profundamente con el modelo socioeconómico y cultural en el que vivimos. Romper con el modelo de alimentación que nos ha impuesto la sociedad mercantil-consumista actual es, según creo, un necesario punto de partida para el cuestionamiento general del sistema capitalista en el que vivimos.

 

La amplia y humilde, cuan hermosa, casa familiar hecha de barro, estaba adornada por rústicos materos de una variopinta procedencia que eran toda una oda a la cultura del reciclaje: viejos envases de lavadoras, neumáticos cortados por la mitad, latas de galletas y de aceite de motor, adecuadamente pintados, servían para contener toda una variedad de helechos, enredaderas con hojas en forma de corazón y orquídeas que en la zona crecen silvestres en abundancia. Cerca de la cocina, en cajones de madera rectangulares sostenidos metro y medio por encima del suelo por soportes hechos con gruesos troncos aserrados, cultivaban cilantro, cebolla en rama, culantro, albahaca, yerbabuena, ají dulce y picante (chireles), orégano, yanten, toronjil, manzanilla y varias hierbas medicinales más cuyo nombre no logro recordar.

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