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Activistas e intelectuales de izquierda consideran a Pinochet como un cruento dictador, que se mantuvo 16 años en el poder, y violó los derechos humanos; pero si un dictador se dice socialista y viola los derechos humanos, esos mismos izquierdistas callan y aplauden todo lo que haga. Puede asesinar, fusilar o encarcelar a sus opositores, eternizarse en el poder y pisotear el derecho a la vida, a la propiedad y a la libertad, y lo seguirán respaldando muchos académicos, teóricos y activistas de izquierda. El socialismo en la práctica es alcahuete de dictadores y déspotas.
El secreto del éxito del socialismo, entre gobernantes con espíritu de dictadores, es que, en nombre del pueblo, de los pobres y de una distribución igualitaria de la riqueza, justifican la concentración del poder político y económico en el presidente o grupo que encabeza el gobierno.
El socialismo real no termina con el capitalismo, convierte al Estado en el principal o único capitalista. De un Estado para servir al pueblo, principio de la democracia, se pasa a un pueblo que sirve al Estado. El socialista Mussolini, que fundó el fascismo, resume la filosofía estatista al decir “Todo dentro del Estado, nada fuera del Estado y nada contra el Estado”. Los dictadores socialistas parten de la famosa frase del rey absolutista Luis XIV: “El Estado soy yo”.
Hitler también fue socialista. Muchos intelectuales de izquierda olvidan que nazismo es apócope del término Nacional Socialismo. Si usted se considera un socialista nacionalista es un Nacional socialista, un nazi.
Aunque en la arena política un partido socialista se puede enfrentar electoralmente a un partido comunista, la diferencia es de estrategias, de intereses de los candidatos, del grado de fanatismo o de la violencia de sus miembros, pero conceptual y filosóficamente parten de los mismos supuestos. El Estado, encarnado en un caudillo, donde él o los dirigentes del partido gobernante, están por arriba del “pueblo”, en cuyo nombre concentran el poder en todos los aspectos, como los absolutistas en Francia o los “Despotismos orientales”, título del libro de Karl Witttogel, en el que califica a esos regímenes como “la forma más dura de poder total”.
Los principales representantes del socialismo real o capitalismo de Estado, el siglo pasado fueron Stalin, 24 años en el poder, Mao, 27 años, y Castro, 57 años. Dictadores socialistas bajo cuyos gobiernos se persiguieron y asesinaron a millones, y el pueblo cayó en una miseria mayor a la existente antes de que llegaran al poder.
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