3 poemas con sus autores de diferentes épocas y con fecha de la época que es el poema

Respuestas

Respuesta dada por: KINGVELARDE
2

Respuesta: 1.- Amo, amas

Amar, amar, amar, amar siempre, con todo

el ser y con la tierra y con el cielo,

con lo claro del sol y lo oscuro del lodo;

amar por toda ciencia y amar por todo anhelo.

Y cuando la montaña de la vida

nos sea dura y larga y alta y llena de abismos,

amar la inmensidad que es de amor encendida

¡y arder en la fusión de nuestros pechos mismos!

«Soy plateado y exacto. No tengo prejuicios.

Todo lo que que veo lo trago de inmediato

tal como es, sin que me empañen ni el amor ni el disgusto.

No soy cruel, soy sincero,

el ojo de un pequeño dios de cuatro ángulos.

La mayor parte del tiempo la paso meditando sobre la pared de enfrente.

Es rosada, con manchas. Tanto la miré que

me parece que ya forma parte de mi corazón. Aunque con intermitencias.

Las caras y la oscuridad nos separan una y otra vez.

Ahora soy un lago. Una mujer se inclina sobre mí,

buscando en mi extensión su verdadero ser.

Después se vuelve hacia esas mentirosas, las velas o la luna.

Veo su espalda y la reflejo fielmente.

Ella me recompensa con lágrimas y agitando las manos.

Soy importante para ella. Ella viene y va.

Es su cara, cada mañana, la que reemplaza la oscuridad.

En mí, ella ahogó a una muchacha, y en mí, una vieja

se alza hacia ella día tras día, como un pez terrible».

Vale la pena conocerla:5 curiosidades sobre Sylvia Plath, una de las escritoras más importantes del siglo XX

«Me gusta cuando mi cuerpo esta junto

al tuyo. Es algo tan nuevo.

Mejores músculos y más nervioso.

Me gusta tu cuerpo. Lo que hace,

sus modos. Me gusta sentir la columna

de tu cuerpo y sus huesos, y la tembladera

–firme– delicadeza y de la cual

vez y vez y vez

besaré, me gusta besar esto y eso de ti,

me gusta, lentamente acariciar, la pelusa chocante

de tu piel eléctrica, y de lo-que-es que

viene sobre tu carne abierta. . . . Y los ojos grandes de amorosas migajas,

y posiblemente me gusta el encanto

bajo el mío del tuyo tan nuevo».

#3 Canción de otoño en primavera de Rubén Darío

Rubén Darío (1867-1916) nació en Nicaragua y experimentó con la estructura de la poesía. Es considerado el líder del Modernismo.

«Me gusta cuando mi cuerpo esta junto

al tuyo. Es algo tan nuevo.

Mejores músculos y más nervioso.

Me gusta tu cuerpo. Lo que hace,

sus modos. Me gusta sentir la columna

de tu cuerpo y sus huesos, y la tembladera

–firme– delicadeza y de la cual

vez y vez y vez

besaré, me gusta besar esto y eso de ti,

me gusta, lentamente acariciar, la pelusa chocante

de tu piel eléctrica, y de lo-que-es que

viene sobre tu carne abierta. . . . Y los ojos grandes de amorosas migajas,

y posiblemente me gusta el encanto

bajo el mío del tuyo tan nuevo».

#3 Canción de otoño en primavera de Rubén Darío

Rubén Darío (1867-1916) nació en Nicaragua y experimentó con la estructura de la poesía. Es considerado el líder del Modernismo.

«Juventud, divino tesoro,

¡ya te vas para no volver!

Cuando quiero llorar, no lloro...

y a veces lloro sin querer...

Plural ha sido la celeste

historia de mi corazón.

Era una dulce niña, en este

mundo de duelo y de aflicción.

Miraba como el alba pura;

sonreía como una flor.

Era su cabellera obscura

hecha de noche y de dolor.

Yo era tímido como un niño.

Ella, naturalmente, fue,

para mi amor hecho de armiño,

Herodías y Salomé...

Juventud, divino tesoro,

¡ya te vas para no volver!

Cuando quiero llorar, no lloro...

y a veces lloro sin querer...

Y más consoladora y más

halagadora y expresiva,

la otra fue más sensitiva

cual no pensé encontrar jamás.

Pues a su continua ternura

una pasión violenta unía.

En un peplo de gasa pura

una bacante se envolvía...

En sus brazos tomó mi ensueño

y lo arrulló como a un bebé...

Y te mató, triste y pequeño,

falto de luz, falto de fe...

Juventud, divino tesoro,

¡te fuiste para no volver!

Cuando quiero llorar, no lloro...

y a veces lloro sin querer...

Otra juzgó que era mi boca

el estuche de su pasión;

y que me roería, loca,

con sus dientes el corazón.

Poniendo en un amor de exceso

la mira de su voluntad,

mientras eran abrazo y beso

síntesis de la eternidad;

y de nuestra carne ligera

imaginar siempre un Edén,

sin pensar que la Primavera

y la carne acaban también...

Juventud, divino tesoro,

¡ya te vas para no volver!

Cuando quiero llorar, no lloro...

y a veces lloro sin querer.

¡Y las demás! En tantos climas,

en tantas tierras siempre son,

si no pretextos de mis rimas

fantasmas de mi corazón.

En vano busqué a la princesa

que estaba triste de esperar.

La vida es dura. Amarga y pesa.

¡Ya no hay princesa que cantar!

Mas a pesar del tiempo terco,

mi sed de amor no tiene fin;

con el cabello gris, me acerco

a los rosales del jardín...

Juventud, divino tesoro,

¡ya te vas para no volver!

Cuando quiero llorar, no lloro...

y a veces lloro sin querer...

¡Mas es mía el Alba de oro!».

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