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Nuestra sociedad está viviendo cambios, los cuales están influenciando la forma en que los estudiantes están aprendiendo y la manera en que los docentes están enseñando. Estas transformaciones tienen asidero en la globalización de la información, que posiciona los diferentes contenidos y conocimientos como un insumo que está al alcance de todos.
Esta situación obliga a los docentes a cambiar su rol, ya que los estudiantes del siglo XXI no los validarán por el dominio de los contenidos, sino por lo que hacen con ellos en las salas de clases. Marcelo (2001), describió esta mutación de la siguiente manera:
El papel del profesor debería de cambiar desde una autoridad que distribuye conocimientos, hacia un sujeto que crea y orquesta ambientes de aprendizaje complejos, implicando a los alumnos en actividades apropiadas, de manera que éstos puedan construir su propia comprensión del material a estudiar, trabajando como compañeros en el proceso de aprendizaje (p. 552).
Esto sitúa el foco en las metodologías de aula y en los objetivos de aprendizaje que tengan los profesores en sus disciplinas. Los docentes de este siglo deben ser los nuevos aprendices de la innovación, del desarrollo de competencias que apunten a “aprender a aprender”, y de la actualización académica.
La formación escolar debe adaptarse a estas transformaciones para poder responder a estas diferentes demandas. La escuela es considerada como el lugar donde se entregan conocimientos, pero el problema está en que ya no es el único: el conocimiento está en todas partes. Existen varias posturas de cómo debieran presentarse estas instituciones frente al escenario actual: flexibilidad en los currículos, integración de las tecnologías en las salas de clases, lograr una vinculación más explícita entre la teoría y la práctica, construir con los estudiantes un mínimo de conocimientos y dedicar la mayoría del tiempo al desarrollo de habilidades, etc. Lo que es indiscutible y transversal a todas estas ideas, es que es necesario “aprender a aprender”, porque es el único conocimiento que no tiene fecha de vencimiento. Zabalza (2000) exponía que hemos cambiado la forma de entender el aprendizaje: “la agradable experiencia de aprender algo nuevo cada día, es un inexcusable principio de supervivencia” (p. 165).
De esta forma, los espacios tradicionales donde el estudiante aprendía, tomando la “materia” que le entregaba el profesor, ya no es factible de imaginar en estos tiempos. La creación de nuevos ambientes de aprendizaje, donde el docente juega el rol de facilitador y acompaña a sus estudiantes en el progreso de su trayectoria académica, entregándole herramientas para el desarrollo de competencias que les serán útiles para toda la vida y que les permitirán ajustarse a los cambios que se están experimentando, es a lo que se debe enfocar hoy la educación, en cualquier nivel que se esté vivenciando.