• Asignatura: Arte
  • Autor: andykapay
  • hace 4 años

poema "lo atrevido de un pincel" dividido en silabas

Respuestas

Respuesta dada por: alexltalvrado83
0

Respuesta:

Lo atrevido de un pincel,

Filis, dio a mi pluma alientos:

que tan gloriosa desgracia

más causa corrió que miedo.

Logros de errar por tu causa

fue de mi ambición el cebo;

donde es el riesgo apreciable

¿qué tanto valdrá el acierto?

Permite, pues, a mi pluma

segundo arriesgado vuelo,

pues no es el primer delito

que le disculpa el ejemplo

de ti, peregrina Filis?,

cuyo divino sujeto

se dio por merced al mundo,

se dio por ventaja al cielo;

en cuyas divinas aras,

ni sudor arde sabeo,

ni sangre se efunde humana,

ni bruto se corta cuello,

pues del mismo corazón

los combatientes deseos

son holocausto poluto,

son materiales afectos,

y solamente del alma

en religiosos incendios

arde sacrificio puro

de adoración y silencio.

Yo, pues, mi adorada Filis,

que tu deidad reverencio,

que tu desdén idolatro

y que tu rigor venero:

bien así, como la simple

amante que, en tornos ciegos,

es despojo de la llama

por tocar el lucimiento

como el niño que, inocente,

aplica incauto los dedos

a la cuchilla, engañado

del resplandor del acero,

y herida la tierna mano,

aún sin conocer el yerro,

más que el dolor de la herida

siente apartarse del reo;

cual la enamorada Clicie

que, al rubio amante siguiendo,

siendo padre de las luces,

quiere eñsenarle adimientos;

como a lo cóncavo el aire,

como a la materia el fuego,

como a su centro las peñas,

como a su fin los intentos;

bien como todas las cosas

naturales, que el deseo

de conservarse, las une

amante en lazos estrechos...

Pero ¿para qué es cansarse?

Como a ti, Filis, te quiero;

que en lo que mereces, éste

es solo encarecimiento.

Ser mujer, ni estar ausente,

no es de amarte impedimento;

pues sabes tú que las almas

distancia ignoran y sexo.

¿Puedo yo dejar de amarte

si tan divina te advierto?

¿Hay causa sin producir?

¿Hay potencia sin objeto?

Pues siendo tú el más hermanso,

grande, soberano exceso

que ha visto en círculos tantos

el verde torno del tiempo,

¿para qué mi amor te vio?

¿Por qué mi fe te encarezco,

cuando es cada prenda tuya

firma de mi cautiverio?

Vuelve a ti misma los ojos

y hallarás, en ti y en ellos,

no sólo el amor posible,

mas preciso el rendimiento,

entre tanto que el cuidado,

en contemplarte suspenso,

que vivo asegura sólo

en fe de que por ti muero.

autógrafo

Sor Juana Inés de la Cruz

Explicación:Lo atrevido de un pincel,

Filis, dio a mi pluma alientos:

que tan gloriosa desgracia

más causa corrió que miedo.

Logros de errar por tu causa

fue de mi ambición el cebo;

donde es el riesgo apreciable

¿qué tanto valdrá el acierto?

Permite, pues, a mi pluma

segundo arriesgado vuelo,

pues no es el primer delito

que le disculpa el ejemplo

de ti, peregrina Filis?,

cuyo divino sujeto

se dio por merced al mundo,

se dio por ventaja al cielo;

en cuyas divinas aras,

ni sudor arde sabeo,

ni sangre se efunde humana,

ni bruto se corta cuello,

pues del mismo corazón

los combatientes deseos

son holocausto poluto,

son materiales afectos,

y solamente del alma

en religiosos incendios

arde sacrificio puro

de adoración y silencio.

Yo, pues, mi adorada Filis,

que tu deidad reverencio,

que tu desdén idolatro

y que tu rigor venero:

bien así, como la simple

amante que, en tornos ciegos,

es despojo de la llama

por tocar el lucimiento

como el niño que, inocente,

aplica incauto los dedos

a la cuchilla, engañado

del resplandor del acero,

y herida la tierna mano,

aún sin conocer el yerro,

más que el dolor de la herida

siente apartarse del reo;

cual la enamorada Clicie

que, al rubio amante siguiendo,

siendo padre de las luces,

quiere eñsenarle adimientos;

como a lo cóncavo el aire,

como a la materia el fuego,

como a su centro las peñas,

como a su fin los intentos;

bien como todas las cosas

naturales, que el deseo

de conservarse, las une

amante en lazos estrechos...

Pero ¿para qué es cansarse?

Como a ti, Filis, te quiero;

que en lo que mereces, éste

es solo encarecimiento.

Ser mujer, ni estar ausente,

no es de amarte impedimento;

pues sabes tú que las almas

distancia ignoran y sexo.

¿Puedo yo dejar de amarte

si tan divina te advierto?

¿Hay causa sin producir?

¿Hay potencia sin objeto?

Pues siendo tú el más hermanso,

grande, soberano exceso

que ha visto en círculos tantos

el verde torno del tiempo,

¿para qué mi amor te vio?

¿Por qué mi fe te encarezco,

cuando es cada prenda tuya

firma de mi cautiverio?

Vuelve a ti misma los ojos

y hallarás, en ti y en ellos,

no sólo el amor posible,

mas preciso el rendimiento,

entre tanto que el cuidado,

en contemplarte suspenso,

que vivo asegura sólo

en fe de que por ti muero.

autógrafo

Sor Juana Inés de la Cruz

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