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Hacia los 8 años los niños tratan de conseguir de sus padres dosis cada vez más altas de independencia. Para ellos, la calle es aventura, para nosotros, una puerta abierta a un sinfín de riesgos que tenemos que enseñarles a advertir y prevenir.
Un niño de 7 años no es un adulto en miniatura. Para empezar, su campo visual es del 50%. No ve más que lo que está delante de él, y ve, sobre todo, los detalles. A esa edad, calcula mal el origen de los ruidos, la distancia, la velocidad. Es demasiado pequeño para ser visto entre los coches y para ver entre los obstáculos de la calle. Un balónperdido bastará para distraerlo. Acompañarlo no es suficiente: el 25% de los accidentes ocurren en presencia de un adulto.
Marisol Guisasola. Periodista especializada en salud
Hacia los 8 años los niños tratan de conseguir de sus padres dosis cada vez más altas de independencia. Para ellos, la calle es aventura, para nosotros, una puerta abierta a un sinfín de riesgos que tenemos que enseñarles a advertir y prevenir.
Un niño de 7 años no es un adulto en miniatura. Para empezar, su campo visual es del 50%. No ve más que lo que está delante de él, y ve, sobre todo, los detalles. A esa edad, calcula mal el origen de los ruidos, la distancia, la velocidad. Es demasiado pequeño para ser visto entre los coches y para ver entre los obstáculos de la calle. Un balónperdido bastará para distraerlo. Acompañarlo no es suficiente: el 25% de los accidentes ocurren en presencia de un adulto.
Puede ocurrir que un niño se vea agredido por otros niños, adolescentes e incluso por adultos que intentan robarle. Hay que explicarle que no tiene sentido defenderse o discutir bajo la amenaza de un cuchillo. En cambio, hay que enseñarle a analizar el peligro y decirle que es su persona lo más importante, no su dinero, su anorak o su mochila.