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Recientemente el presidente López Obrador dio a conocer que envió una carta al jefe del Estado español para solicitar una disculpa con respecto a las atrocidades cometidas durante la conquista. Es el primer mandatario mexicano que hace una petición de esa naturaleza, pero otros gobernantes de naciones de América Latina y de otros países ya han realizado solicitudes similares. El reclamo es pertinente, ya que no se trata ni de un rechazo a la herencia hispánica, ni de culpar a la colonia de los problemas actuales. Es simplemente reconocer que durante la ocupación de Mesoamérica ocurrió un genocidio contra los pueblos indígenas.
Además, después de la conquista se estableció un orden colonial que se basó en la explotación y en el pago de tributo. El matiz es esencial ante la próxima conmemoración con respecto a los 500 años de la llegada de los españoles. Esa conmemoración sólo tiene sentido si se reconocen los terribles efectos que ese suceso ocasionó en los pueblos indígenas. Es la única fórmula para la reconciliación. La celebración de nuestra cultura debe partir de que la población indígena sufrió de forma tal que su número se redujo de manera dramática y su papel quedó reducido a la marginalidad o a la servidumbre. López Obrador mencionó que el propio gobierno también tiene que pedir disculpas a los pueblos originarios.
La virulenta reacción que ocasionó la petición muestra que simplemente no reconocemos que el racismo y la exclusión a los indígenas son parte estructural de la sociedad mexicana. La realidad es que los distintos regímenes que han prevalecido en el país no han tenido un proyecto de integración de las comunidades indígenas, que les ofrezca oportunidades para mejorar su calidad de vida y mantener su cultura. México no puede construir un nuevo proyecto que busque una sociedad más justa sin partir del hecho de que los indígenas son discriminados de manera sistemática. Resarcir esa enorme brecha es indispensable para un proyecto de país justo.
Eso no significa revivir añejos resentimientos contra los españoles, ni renunciar a la relación con un aliado natural en Europa, ni descartar de nuestra identidad lo que no tenga que ver con las culturas indígenas. Pedir disculpas por sucesos históricos como esos es algo que ha sucedido en otros contextos en el mundo, por lo que la histeria con la que respondió la derecha española es sólo parte del proceso electoral que se vive en ese país. Cuando pasen las elecciones españolas habrá tiempo y espacio para un debate más sereno sobre el tema del reconocimiento de los efectos de la conquista en las culturas y pueblos de Mesoamérica. Por lo pronto, el presidente de México ya fijó su postura con respecto a la conmemoración de la conquista de México y coloca, por primera vez, a los pueblos indígenas en el centro del debate.