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la llegada de Homo sapiens a Europa, hace unos 45.000 años, marcó el comienzo del Paleolítico Superior, período principalmente caracterizado por una enorme explosión de actividad cultural, cuyas manifestaciones más notables son las pinturas realizadas sobre paredes de cuevas y la talla de pequeñas esculturas. La gran mayoría de los expertos que han estudiado este extraordinario arte ha mostrado su fascinación y su sorpresa frente a obras en las que, a pesar de su antigüedad, puede reconocerse con nitidez la mano humana.
En ese contexto, nos interesa destacar que, diseminadas por lugares muy variados de Europa, desde la segunda mitad del siglo XIX han ido asomando a la luz multitud de pequeñas y fascinantes estatuillas de mujeres paleolíticas que han llamado poderosamente la atención de todos aquellos conocedores de su existencia. Con un tamaño entre 5 y 25 centímetros de altura, talladas en piedra, marfil, hueso, astas, madera o esculpidas en arcilla, estas delicadas esculturas componen la categoría principal de representaciones humanas de arte mueble paleolítico.
La distribución geográfica de las estatuillas es muy amplia, ya que abarca desde el sur de Francia y norte de Italia hasta llegar, a través de Europa central y oriental, a las llanuras de Siberia. Curiosamente faltan en la Península Ibérica, a pesar de que a veces se citan los dos ejemplares de El Pendo y La Pileta. Por lo general se han encontrado en lugares de habitación, esto es, dentro de cuevas o refugios, más que en enterramientos o funerales.
Las estatuillas representan a mujeres desnudas o semidesnudas esculpidas con asombrosa meticulosidad, y cuyos caracteres sexuales se muestran nítidamente marcados. Inicialmente, cuando las figuras fueron descubiertas, se las llamó «Venus» paleolíticas, aunque ese nombre ha sido rechazado por un creciente grupo de investigadoras que, en un esfuerzo por examinar y recuperar el papel de las mujeres en las sociedades pasadas, sostienen que es más riguroso denominarlas Estatuillas paleolíticas o, simplemente, Mujeres paleolíticas.
No obstante, en un entorno profundamente sexista, el nombre de Venus alcanzó una amplia popularidad. Autoras, como por ejemplo la profesora de Prehistoria (de la asignatura Arqueología de las Mujeres ideada por ella misma) de la Universidad Autónoma de Barcelona, recientemente fallecida, Encarna Sanahuja (2002), o la arqueóloga estadounidense Joan Marler (2003), han rechazado el apelativo «Venus» porque es un tipo de denominación que se limita a revestir a la figuras de una mera función erótica en servicio de la imaginación masculina. Se las asocia así con el canon estético de la época, considerándolas talladas por y para el disfrute de los hombres.