Porfiriato y los hechos históricos más relevantes entre las últimas décadas del siglo XIX y primera XX
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En el siglo XIX, México, después de haber consumado su Independencia, había dejado atrás sus fisonomías indígena y colonial. Ya no lo definían ni Tenochtitlán ni Nueva España, aunque ambos lo hubiesen forjado. Ahora surgía un nuevo México, que en el siglo XIX vivió un períodode luchas intestinas, dos invasiones extranjeras (la francesa y la norteamericana) y una guerra civil que terminó con el triunfo de los liberales y el gobierno de Juárez.
Durante su régimen se implantaron Las Leyes de Reforma, las cuales planteaban un examen de las bases históricas y filosóficas de la sociedad mexicana. Negaban tanto el pasado indigena como el catolicismo colonial al promover la disolución de las asociaciones religiosas y la propiedad comunal indigena; proponían la separación de la Iglesia y el Estado; la desamortización de los bienes eclesiásticos y la libertad de enseñanza (disolviendo Las órdenes religiosas que las monopolizaban).
Juárez quería fundar una nueva sociedad sustituyendo la tradición del catolicismo por una afirmación igualmente universal: la libertad e igualdad de todos los hombres ante la ley. Pero para los indígenas, que habían sido despojados de sus tierras, de su religión y de su cultura originaria, el catolicismo había sido un refugio, un consuelo y una vía de expresión y el liberalismo, al no ser más que una ideologia, no consolaba ni ofrecía un punto de salida a esa necesidad del ser humano de mitos, fiestas, comuniones, sueños y que intuía lo divino aunque fuese inexplicable y que les permitía sentirse unidos al cosmos y a lo trascendente. Con Las Leyes de Reforma ya no se concebía a todos los hombres como hijos de Dios sino iguales ante la ley. Sólo que mientras el catolicismo fue la base de la cultura colonial, la igualdad y libertad fueron para los indígenas ideas vacías de contenido y así la Reforma fundó a México sobre una idea general del hombre y no sobre su situación real, y al sacrificar la realidad a las palabras se entregó el país a la voracidad de los más fuertes. El poder sería de quien lo tomase y Porfirio Díaz, en nombre de la ideología liberal, subió al poder e implantó una dictadura que duró 30 años.
Con Porfirio Díaz se restableció la paz. pero no hubo democracia. Organizó el país, pero restauró los privilegios y permitió la prolongación del feudalismo. Estimuló el comercio, construyó ferrocarriles, saldó las deudas de la Hacienda Pública y creó las primeras industrias modernas, pero abrió sus puertas al capitalismo anglosajón. Promovió el progreso, la ciencia, la industria y el libre comercio. Sus ideales fueron los de la burguesía europea: los intelectuales asumieron la filosofía positivista europea de progreso y los poetas y los pintores imitaron a los artistas franceses y la aristocracia mexicana se convirtió en una clase urbana civilizada y culta.
La otra cara era muy diferente: esa aristocracia estaba llena de terratenientes enriquecidos por la compra de los bienes de la Iglesia o en los negocios públicos del régimen. En las haciendas, los campesinos vivian como siervos en una situación similar al período colonial. La propiedad de la tierra estaba en pocas manos que eran las fuertes y poderosas, así que el principio reformista de igualdad dejó de tener sentido y faé sustituido por el de la lucha por la vida y supervivencia del más apto. El positivismo proclamaba el desarrollo de la gran industria, la democracia y el libre ejercicio de la actividad intelectual; todo esto era muy loable, pero era tan sólo una superposición equívoca a la realidad del país, al cual se le negaba su pasado y además estaba plagado de caciquismo, terratenientes y carente de libertades democráticas. Las ideas del positivismo no podían ayudar a los pobres.
En la época colonial la religión católica les había dado un sitio en el más allá y si la Conquista había destruido templos, la Colonia había construido otros; la Reforma les negó la tradición pero les reconoció su dignidad de hombres; sin embargo, la nueva filosofía no tenía nada que ofrecerles, sólo justificaba las "malas conciencias" con palabras inaplicables y el pueblo estaba más solo que nunca, empobrecida su vida religiosa y humillada su cultura popular que no tenía cabida en ese mundo "afrancesado".
La imagen de México durante el Porfiriato fue la de la superposición de formas culturales europeas que por no haber surgido de México, de sus realidades y necesidades no sólo no lo expresaban, sino que lo reducían y al no haber correspondencia entre forma y realidad, se produjo una cultura falsa.
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