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Respuesta:
El proceso artístico no queda consumado hasta que los espectadores reciben y animan las obras. Así pues, el destino de éstas varía en virtud de como se lleva a cabo la recepción y de las vicisitudes derivadas de los cambiantes criterios interpretativos.
La recepción depende tanto de las condiciones internas del espectador, es decir, imputables a la actitud psicológica de éste, como de las externas, entre las cuales destacan las espaciales y las temporales. La obra y el espectador entablan un simulacro de juego determinado por la posición que la primera ocupa en el espacio y los movimientos físicos que el segundo se ve forzado a realizar para captarla en las condiciones óptimas. Los frisos pictóricos o en relieve de los templos egipcios, las cariátides de la Acrópolis ateniense, los tímpanos escultóricos de los portales medievales o las composiciones escenográficas del Barroco se insertaban en un espacio arquitectónico o urbano. Actualmente, sin embargo, las obras han perdido su relación con el contexto y son consideradas como objetos aislados. El lugar al que se destinan es uno de los muchos que sus dimensiones y formato pueden admitir. Este cambio comporta la alteración radical de las condiciones de la recepción, que ha pasado de ser colectiva a tener carácter individual. La voluntad de romper con cualquier posible contexto es responsable, en gran parte, de que el marco del cuadro se haya convertido en un problema artístico de primer orden en los dos últimos siglos. Por otra parte, no han faltado intentos de restablecer las relaciones contextuales de la obra, como se pone de manifiesto en la idea de integración de las artes del neoplasticismo o del constructivismo y en las pretensiones de "arte total" de los merz de Schwitters (1887-1948). Con todo, la recepción se ha convertido en un acto individual que requiere unas buenas condiciones de percepción en el espacio y en el tiempo.
Una obra de arte puede ser recibida de forma simultánea o bien sucesiva. La arquitectura exige que el espectador realice desplazamientos sucesivos a su alrededor y en su interior; en cambio, los cuadros de un pintor tradicional sólo piden a quien los contempla que se sitúe frente a ellos, lo cual basta para percibir simultáneamente todos sus elementos. Las grandes telas del expresionismo abstracto de Pollock o de Motherwell (n. 1915) crean un espacio pictórico que envuelve al espectador, mientras que las producciones del pop_art, o arte óptico, le obligan a desplazarse para dotar a la obra de movimiento. De cualquier modo, la movilidad corporal y la distancia física son siempre factores a tener en cuenta en la recepción de las obras.
La actitud adecuada o inadecuada del espectador ante la obra también puede ser decisiva. No es raro que adopte una postura distraída, como suele ser la del turista que visita un monumento artístico o un museo en el curso de sus vacaciones. Otras veces, las obras de arte no son recibidas como tales, bien sea porque son vistas desde otro prisma o porque sus funciones comunicativas o ideológicas se confunden con las estéticas. El espectador inicialmente interesado por el arte suele alimentar ciertas expectativas, pero, muchas veces, a causa del desconocimiento de las convenciones que rigen determinadas manifestaciones, no consigue penetrar en el significado de las mismas. Ésta situación, frecuente en nuestros días, hace más necesarios que nunca el entrenamiento y el aprendizaje.
Ninguna interpretación puede darse por definitiva. La lectura de una obra de arte es semejante a un juego de azar, a un lanzamiento de dados, que comporta diversos recorridos entre los cuales podemos elegir en virtud de la complejidad y ambigüedad de aquella. Si bien toda obra nos constriñe hasta cierto punto a causa de sus jerarquías plásticas, generalmente nos deja un amplio margen para el juego interpretativo, para el azar. La estructura artística polariza ciertos haces de relaciones y, a la vez, actúa como una pantalla de ocultación, desvelando y escondiendo al mismo tiempo sus sentidos. Por esto nos damos cuenta de la presencia de elementos de difícil interpretación que, en determinado momento, pueden llegar a ensombrecer los significados más evidentes y promover nuevas lecturas.
Respuesta:
el artista crea obras que el espectador puede admirar, estas obras muchas veces nos quieren dar mensajes de mucha importancia por ejemplo si es un paisaje del campo limpio pueda ser que nos quiera decir que cuidamos la Tierra y esa es su valoración artística
Explicación:
Espero te sirva.
Dale coronita plissss : )