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La formación de la Monarquía hispánica en los albores de la Modernidad, como resultado de la asociación de las Coronas de Castilla y de Aragón a las que se irían agregando posteriormente nuevos territorios, consagró un modelo de organización política caracterizado por el mantenimiento de la personalidad propia de cada una de las entidades constitucionales reunidas en el mismo*. La historiografía actual acepta sin reservas el carácter plural y compuesto de dicha forma de Estado que, además, incrementó su riqueza y diversidad jurídico-política con el advenimiento de los Austrias a comienzos del siglo XVI
Reconocida la diversidad política de la España moderna, se trata ahora de reflexionar sobre las particularidades de uno de los miembros de tal conjunto, la Corona de Aragón, toda vez que mantuvo su personalidad jurídica e institucional hasta comienzos del siglo XVIII, momento en que se puso fin a la misma tras un episodio bélico de resonancia civil e internacional. La declaración oficial de la extinción de la Corona de Aragón (los llamados Decretos de Nueva Planta) proclamó la supresión —en diferente medida— de los regímenes particularistas de los territorios que la integraban y su reducción al modelo de Castilla. Dejaban así de existir dos modelos políticos en cohabitación dentro de la estructura de la monarquía y los hasta entonces reinos forales de la Corona de Aragón se convertían en provincias del Reino de España. La propuesta de valorar los rasgos del sistema político en la antigua Corona de Aragón nos debe acercar a un mejor y más crítico conocimiento de su proyección como modelo político, huyendo de presentismos y mitificaciones que a la postre pueden resultar tan distorsionadores del pasado histórico como la misma ignorancia del mismo.
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