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El conocimiento que se tiene en la actualidad de las divinidades célticas de la Península Ibérica es un producto de la Romanización. Los datos conocidos de la religión indígena anterior a la conquista romana son meramente testimoniales. Todavía estamos lejos de averiguar las causas de que los pueblos paleo-hispánicos no dejaran, apenas, restos de sus creencias religiosas y sus ritos prerromanos pero lo cierto es que, sólo después de la toma de contacto con la cultura romana, las comunidades célticas comenzaron a manifestar su espiritualidad y a preservarla para la posteridad utilizando, además, métodos romanos. Por tanto, nuestra información al respecto se puede datar, casi exclusivamente, entre los siglos I-III d. C., aunque es lógico pensar que las divinidades que entran en la historia durante esos siglos formaban parte de unas tradiciones profundamente arraigadas durante la época prerromana.
Para plasmar sus devociones, los individuos y las comunidades indígenas utilizaron como principal medio la realización de inscripciones votivas en altares, en las cuales hacían constar sus nombres junto al de las deidades a las que hacían el voto, a menudo citando también apelativos referentes a las mismas. Conocemos cerca de setecientos monumentos de este tipo en las regiones septentrional y occidental de la Península Ibérica, es decir, en las áreas que habitaban los pueblos célticos hispanos.
Las dificultades para datar con precisión los altares votivos tiene como consecuencia que no sepamos con seguridad si las religiones indígenas estaban en decadencia, durante los siglos citados, ante la irrupción de la cultura y la religión romanas. Sin embargo, la cantidad y la distribución geográfica de dichos testimonios hace pensar lo contrario: que las creencias célticas mantuvieron un destacable vigor. Este hecho se plasma con bastante claridad en el siguiente gráfico, que muestra proporcionalmente el número de inscripciones conocidas hasta hoy que se dedicaron a deidades de distinto origen: indígenas (40%), romanas (52%), romano-indígenas (5%) y orientales (3%).
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